Etchojoa, Son.- El trigo es el principal cultivo del estado de Sonora —en el ciclo otoño-invierno 2019-2020 se sembraron 230,087 hectáreas con un rendimiento promedio de 6.6 toneladas por hectárea (SIAP, 2020)— y una de las regiones agrícolas más productivas del estado es el Valle del Yaqui y Valle del Mayo, considerados un referente internacional en la producción de trigo por la aplicación de tecnología para su producción.
Sin embargo, en años recientes la superficie de siembra de trigo ha disminuido a causa de los bajos precios internacionales. Esto ha despertado en los agricultores un mayor interés por la siembra de maíz. Así, en el ciclo otoño-invierno 2019-2020 se sembraron 51,008 hectáreas de maíz con un rendimiento promedio de 11.9 toneladas por hectárea.
En ambos cultivos, trigo y maíz, predomina un sistema de producción intensivo mediante el uso de equipos de labranza, variedades mejoradas, fertilizantes sintéticos, riego y pesticidas que representan altos costos de producción —alrededor de $24,000 y $31,000 por hectárea, respectivamente—. El uso de los fertilizantes sintéticos, de hecho, representa entre el 20 y el 25 % de los costos de producción total en ambos cultivos.
El uso de grandes cantidades de fertilizantes sintéticos y las prácticas convencionales que prevalecen han contribuido además a la degradación del suelo, modificando sus características físicas, químicas y biológicas. Por esta razón, a través de MasAgro-Cultivos para México —que impulsan la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— se promueven diversas prácticas sustentables orientadas a fomentar una alta productividad, pero cuidando los recursos naturales, particularmente suelo y agua.
Agricultura de Conservación, Fertilidad Integral, Manejo Agroecológico de Plagas, Manejo Integral de Malezas, biofertilizantes, tecnologías de riego y manejo de poscosecha son algunas de las prácticas sustentables que pueden ser alternativas para incrementar el rendimiento de los cultivos y la rentabilidad de los agricultores en la región.
Germán Campoy Ibarra, por ejemplo, es un productor originario de Etchojoa, Sonora, quien practica la Agricultura de Conservación desde hace más de 10 años. En su constante búsqueda para optimizar su sistema de producción, Germán también ha incursionado en la aplicación de lixiviados de lombriz como una uso de biofertilizantes como una alternativa a los fertilizantes sintéticos y como complemento a la diversidad de prácticas que implementa, las cuales incluyen riego por aspersión (mediante pivote central) —ya que de esta manera logra mayor eficiencia en el consumo de agua y tiene la ventaja de aplicar los lixiviados de lombriz con el agua de riego—, la adaptación de una cosechadora para distribuir uniformemente los rastrojos y el uso de sensores ópticos para optimizar la fertilización nitrogenada —con el apoyo del ingeniero Juan Antonio Beltrán, quien le brinda acompañamiento técnico—.
Con el uso de estas tecnologías, Germán Campoy ha observado mejoras en su terreno y también ha aumentado su rentabilidad. Actualmente, por hectárea, sus rendimientos van de las 5.7 a las 6.5 toneladas con un costo de producción de $27,350 y una utilidad de $7,500 a $8,000.00. En comparación con las prácticas convencionales —donde los rendimientos por hectárea han sido como máximo de 5.8 toneladas con un costo de producción de $34,900 y una utilidad de $4,300—, las prácticas sustentables que ha implementado el productor tienen beneficios evidentes.
Otro de los beneficios por el tiempo que lleva aplicando prácticas sustentables en su terreno es que, con el paso de los años, Germán ha visto pasar de 0.8 de materia orgánica a 1.84 en el suelo de su parcela. Por esta razón, Germán recomienda a otros productores “evitar la introducción de ganado en la parcela para evitar compactación y contaminación con especies de malezas, realizar la siembra en fechas óptimas, basarse en el análisis de suelo y usar adecuadamente las herramientas para fertilizar y evitar así desperdicios de fertilizantes, principalmente nitrógeno”, concluye.