Los pueblos indígenas que vivieron hace miles de años en el centro y el sur de México desarrollaron un sistema de cultivos intercalados resistente para domesticar algunos de los granos y vegetales básicos que contribuyen a una dieta saludable.
Hoy en día, los pequeños agricultores en prácticamente las mismas áreas de México continúan utilizando este sistema flexible llamado “milpa” para cultivar chile, tomates, frijoles, calabazas, frutas de temporada y maíz, que son ingredientes esenciales de la mayoría de los platillos mexicanos.
Un análisis de la dieta mexicana realizado en el contexto de un informe reciente de la Comisión EAT-Lancet encontró que los mexicanos están comiendo demasiada grasa animal pero no suficientes frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. Como resultado, un grave problema de salud pública está afectando a México debido a la triple carga de la desnutrición: obesidad, deficiencia de micronutrientes y/o ingesta baja en calorías. El estudio también recomienda a México aumentar la disponibilidad de alimentos básicos de mayor valor nutricional producidos localmente y de manera sustentable.
Aunque cambiar los hábitos alimenticios puede ser difícil de lograr, la dieta tradicional basada en el sistema de la milpa es considerada como una opción saludable en México. Aunque la diversidad nutricional aumenta con el número de cultivos incluidos en el sistema de la milpa, su impacto nutricional en los consumidores también dependerá de su disponibilidad, número, usos, procesamiento y patrones de consumo.
Desafortunadamente, los agricultores que siembran milpa a menudo practican la agricultura de tala y quema a expensas de los suelos y las selvas tropicales. Por esa razón, también es importante abordar algunos de los obstáculos del lado de la producción en el camino hacia una dieta más saludable, como la degradación del suelo y las pérdidas posteriores a la cosecha, que tienen un efecto negativo en la productividad agrícola y la salud humana.
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) desarrolla actividades de investigación de campo participativas y de capacitación con agricultores, socios y colaboradores locales, y autoridades para fomentar la innovación y co-crear estrategias y procedimientos que ayuden a los agricultores a producir alimentos de manera sustentable.
Estos esfuerzos llevaron a Francisco Canul Poot, un agricultor de milpa de la península de Yucatán, a adoptar conceptos de agricultura de conservación en su milpa y a dejar de quemar rastrojo desde 2016. Como resultado, su rendimiento de maíz creció un 70 %, de 430 a 730 kg por hectárea al año y sus ingresos aumentaron a 300 dólares. Quince agricultores que comparten derechos de propiedad sobre tierras comunales han seguido su ejemplo desde entonces.
Estos resultados sobresalientes están alentando a más agricultores a adoptar prácticas de intensificación sustentable en todo México, un cambio importante si se tiene en cuenta que la disminución de los niveles de nitrógeno y fósforo en los suelos mexicanos puede provocar un aumento del 70 % en el uso de fertilizantes para 2050.
Al implementar un proyecto de intensificación sustentable llamado MasAgro, el CIMMYT contribuye, a su vez, a expandir el uso de prácticas de milpa sustentable en sistemas de producción más intensivos. El CIMMYT también utiliza este enfoque en el proyecto Milpa Sustentable en la Península de Yucatán.
En la actualidad, más de 500 000 agricultores han adoptado prácticas de intensificación sustentable — incluida la diversificación de cultivos y la labranza mínima — para cultivar maíz, trigo y cultivos relacionados en más de 1.2 millones de hectáreas en todo México.