“En el campo, no te mueres de hambre”, dice Jaime Varguez, un agricultor de la comunidad de Nicolás Bravo, en el municipio de Othón P. Blanco, Quintana Roo. Nos recibe una mañana cálida y húmeda en su parcela, como parte de una visita al programa de seguridad alimentaria que impulsa el gobierno de Quintana Roo junto con el CIMMYT. Este programa busca fortalecer la capacidad de producción local y mejorar la seguridad alimentaria de comunidades rurales a través de técnicas de manejo sustentable y diversificación de cultivos.
Jaime Varguez Canul nos cuenta sobre su vida en el campo y la importancia de esta estrategia. Lo encontramos trabajando en su parcela, un lugar que cuida todos los días desde hace 43 años. “En tiempos de hambruna, mi padre decía que sembrando de todo en la parcela siempre había algo para comer”, recuerda mientras nos muestra su terreno. Uno de los mayores orgullos de don Jaime es el ñame, cuya semilla ha pasado de generación en generación. La sabiduría ancestral es evidente: “Aquí seguimos sembrando como nos enseñaron nuestros abuelos”.
La parcela de don Jaime está ubicada a 18 kilómetros de la comunidad de Nicolás Bravo, en plena selva subtropical. El clima cálido y con lluvias intensas durante el verano exige una planificación cuidadosa de las siembras para aprovechar la humedad del suelo. En un sistema agroforestal, sus plantas de cinco años ya alcanzan entre tres y cinco metros de altura, formando hileras que permiten intercalar hasta tres cultivos entre los surcos.
En su terreno de dos hectáreas y media, don Jaime siembra maíz, frijol, calabaza y ocoro, y ha logrado integrar árboles frutales y maderables. La diversidad de su parcela le garantiza un suministro de alimentos durante todo el año y una fuente de ingresos extra para su familia. Dependiendo de la temporada, vende pepino, calabaza, tomate, chiles, ñame, sandía, yuca, frijol xpelon, elotes, melón, albahaca, camote y más. Esta diversificación es clave para su seguridad alimentaria y económica.
Ante los retos actuales de la agricultura, don Jaime comenta que necesita cultivar dos ciclos de maíz: uno rápido, para el consumo familiar, y otro tradicional con el maíz “crema”, una variedad que ha heredado de su padre. “Este año, con el apoyo técnico del programa, planté un maíz híbrido en julio para cosecharlo en noviembre, y así dejar espacio para el maíz crema que siembro cada año”, explica. Por primera vez, también está utilizando un sistema de siembra en hileras, aprovechando el espacio entre sus árboles agroforestales.
Don Jaime enfrenta además el aumento de plagas, como la mosca pinta y el gusano cogollero, que en años anteriores han devastado sus cultivos. “Gracias a las recomendaciones técnicas, logré salvar mi maíz del gusano cogollero; en otros años me ha hecho perder toda la siembra,” comparte. También ha incorporado nuevas prácticas, como el entierro del fertilizante, lo cual ha notado que fortalece sus plantas, que lucen de un verde intenso y saludable. “Estoy emocionado por ver los resultados,” añade, confiado en el equipo técnico que lo asesora y en la planificación adaptada a sus necesidades. “El conocimiento es para compartirse,” dice con orgullo, y asegura que está listo para ayudar a otros agricultores con lo que ha aprendido.
Este proyecto de seguridad alimentaria y nutricional es una colaboración entre el CIMMYT y el gobierno de Quintana Roo, y tiene el objetivo de mejorar la autosuficiencia de las familias rurales a través de prácticas agrícolas sostenibles. Al igual que don Jaime, muchos agricultores en el estado están integrando estas estrategias en sus parcelas para mejorar sus cultivos y obtener una mayor calidad de vida.