En el marco del proyecto Seguridad alimentaria y nutricional para comunidades rurales del Estado de Quintana Roo, impulsado por el gobierno de este estado en colaboración con el CIMMYT, agricultoras de diversas localidades están accediendo a herramientas y tecnologías que no solo mejoran su producción, sino que también garantizan la conservación segura de sus cosechas, contribuyendo así a la seguridad alimentaria de sus comunidades.
Una de las principales innovaciones que están aprendiendo a utilizar son las bolsas plásticas herméticas para el almacenamiento de granos, una tecnología poscosecha que permite reducir significativamente las pérdidas sin necesidad de recurrir a químicos como las pastillas de fosfuro de aluminio.
La señora Guadalupe Mo Alvarado, una de las agricultoras que participa en el proyecto, comparte su experiencia con esta tecnología y cómo ha transformado su labor diaria en el campo: “Es difícil cuidar el maíz por los animales. Cuando empieza a espigar, ahí tiene que estar uno en la mañana, en la noche, en la tarde, porque los animales se lo acaban. Los pájaros, los tejones, todos esos se acaban toda la milpa. Y por eso hay que estar cuidando. Y después con esas bolsas para conservar el maíz, para que no se pique, porque hace poco nos vinieron a enseñar cómo vamos a utilizar esas bolsas para que no se pique el maíz, porque el maíz que se pone en la bolsa, pues, se conserva”, comenta.
Las pérdidas poscosecha son un problema constante para los pequeños productores, además de algunos animales, las plagas de almacén, como el gorgojo, llegan a reducir considerablemente las cosechas. “Antes pues echábamos el maíz en pomos, en frascos, y comprábamos una pastilla, y metíamos el maíz, los ibes, los frijoles, para que no saliera gorgojo, pero se conserva mejor en la bolsa. Sin veneno, sin nada, sí se conserva, solo hay que secarlo bien, bien, como nos dijeron, hay que secarlo para que no tenga humedad para echarlo en la bolsa.”
La capacitación impartida por el equipo del proyecto ha permitido a las agricultoras adquirir conocimientos prácticos y comprobar los beneficios de estas nuevas técnicas de conservación: “Los que vinieron a visitarnos, nos vinieron a enseñar cómo se puede conservar las semillas. Y esos compañeros que vinieron, pues, hicieron una junta acá y muchos vinieron a verlo y muchos aprendieron. Hicieron una demostración con varias formas de conservar los granos. A los tres meses se abrió para ver si tenían gorgojos. En tambo no funcionó. Con cal no funcionó. Con la pastilla huele mal, huele a ajo. Lo que funcionó es lo que se selló con las bolsas. Las bolsas verdes. Se sellan así con ese como cierre. Y sí quedó bien. No tiene mal olor, ni mal sabor, nada”.
Guadalupe reflexiona sobre la importancia de estas innovaciones en la vida de las mujeres rurales, quienes, además de ser responsables de la producción de alimentos, también enfrentan los desafíos del hogar y la crianza de animales: “Ahora conservamos así el maíz, en bolsas con cierre. Nos ayudan mucho porque, ¿qué tal si no nos da una cosecha un año? ¿Qué voy a hacer? Voy a sufrir como otros que sufren, que van y lo tienen que comprar. Y luego no hay. Y andan buscando maseca, andan buscando, preocupados por sus animales. Y yo lo que no quiero es preocuparme de lo que consumimos, de lo que comemos. Por eso este maíz es consumo para mis cochinitos, y para comer nosotros. Porque nosotros vivimos de la masa, del maíz”.
El testimonio de Guadalupe Mo Alvarado refleja el compromiso y la resiliencia de las mujeres rurales, que no solo cultivan la tierra, sino también la esperanza de una vida mejor para sus familias. Estas mujeres, que pasan sus días en el campo, están construyendo un futuro más seguro para sus comunidades, garantizando que la producción agrícola sea sostenible y que las prácticas mejoradas contribuyan a una mejor calidad de vida.
“Yo paso todo mi día en la milpa. Todo el día paso allá sembrando. Tengo mucho ánimo para trabajar. Porque la verdad, solamente el campo es lo que nos enseñó mi papá. Mi papá en vez de que nos diera estudios, nos enseñó el campo. Y me gustó el campo y ya no quiero quedarme solo en la cocina. Voy en la mañana, voy en las tardes. Mi marido se queda medio día en la casa. Porque nos ayudamos entre ambos. Ya crió sus pollitos, su pavito, su cochinito. Riega las plantas que tenemos acá.
“Aquí sembramos chile habanero, tomate, pepino, sandía, melón; sembramos maíz, de todo tipo de maíz, Xmejen nalblanco, amarillo… Sembramos un montón. Sembramos para la vida, para comer. Me gusta el monte. Quiero ir cuando amanece, cuando dan las cuatro ya quiero ir. Me gusta sembrar. Ya me acostumbré. En la parcela siento que no me canso ni me siento enferma. Nada. Allí me siento feliz”.
En el Día Internacional de las Mujeres Rurales, celebramos a mujeres como Guadalupe, que son la columna vertebral de la seguridad alimentaria en sus comunidades. Con proyectos como el que desarrolla el gobierno de Quintana Roo y el CIMMYT, ellas continúan empoderándose con conocimientos y tecnologías que transforman sus vidas y fortalecen la capacidad de sus comunidades para enfrentar los desafíos alimentarios del futuro.