La nueva normalidad climática, como la llaman los expertos, es una realidad en todo el mundo y México no es la excepción, pues en los últimos años se han registrado temperaturas récord durante los meses de primavera y verano, en donde la escasez de lluvias es una constante que afecta la producción de cereales como maíz, arroz y trigo.
En el caso específico del trigo, aunque actualmente las principales zonas productoras en México son Sonora y Sinaloa, el cambio climático podría alterar esta situación, volviendo menos productivas estas áreas y abriendo la posibilidad de que áreas de valles altos en estados como Oaxaca y Chiapas, que al momento no lo producen, se conviertan en productores de este cultivo.
Este cambio conlleva varios desafíos, por ejemplo, la necesidad de comenzar a considerar metodologías eficientes para la producción de trigo en regiones de Oaxaca y Chiapas, donde las condiciones de temperatura permitirían que estos cultivos prosperaran, pero donde serían necesarios nuevos aprendizajes para su cultivo sustentable.
Kai Sonder, agrónomo y jefe de la unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del CIMMYT, expuso los diferentes caminos en los que la humanidad puede transitar en términos de emisiones y adaptación al cambio climático, con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria en un mundo con temperaturas cada vez más extremas.
El especialista explicó cómo trabajar en la mitigación y adaptación al cambio climático es crucial en la producción de trigo y otros cultivos, sobre todo, respecto a la fotosíntesis, el proceso a través del cual la luz se transforma en azúcares y que suele adaptarse a las altas temperaturas y concentraciones de CO2.
Durante este proceso, impulsado por la energía lumínica, se sintetizan moléculas de glucosa (y otros azúcares) a partir de agua y dióxido de carbono, liberando oxígeno como subproducto. Estas moléculas de glucosa son fundamentales para los organismos, ya que proporcionan dos recursos esenciales: energía y carbono orgánico.
Sin embargo, el crecimiento de las plantas en condiciones de mayor contenido de CO2 en la atmosfera también puede reducir la calidad del grano al disminuir el contenido de proteínas y minerales importantes, como el zinc y el hierro, lo que afecta la calidad nutricional del trigo y otros cultivos.
Sequías persistentes en un mundo cada vez más caliente
Otro factor muy importante es el agua, ya que el trigo emplea grandes cantidades de este elemento para su producción, pues es necesaria para nivelar su temperatura, pero la escasez de lluvias en México se convierte en un reto cada vez más mayor.
De acuerdo con proyecciones de la NASA y la Universidad de Columbia, en Estados Unidos; para los años 2050s (2040-2069) en el territorio nacional la temperatura podría incrementar hasta en 4.1° C, lo que significaría un enorme reto para la producción de trigo y otros granos, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de millones de personas.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el trigo ha sido un alimento básico durante más de ocho mil años y se ubica como el tercer cereal más cultivado en el mundo solo por debajo del maíz y el arroz.
Datos de la FAO indican que hacia 2022 la producción mundial de trigo alcanzó las 778.3 millones de toneladas, mientras que el consumo global de trigo en ese mismo periodo se situó en 773.2 millones de toneladas, por lo que la escasez de este cereal acarrearía consecuencias negativas para la alimentación millones de personas, además de que la escasez de este grano provocaría una inflación en sus precios.
De ahí la necesidad de buscar alternativas sustentables enfocadas en el ahorro de agua que permitan el cultivo de cereales y granos necesarios para la alimentación de millones de personas.