El pulgón es una de las principales plagas para el cultivo de trigo y cebada en el Bajío mexicano, ya que pueden provocar un desarrollo deficiente del cultivo y una reducción del rendimiento de entre el 30 y el 50 % si no son manejados adecuadamente.
Los pulgones son insectos que se alimentan de la savia del trigo y la cebada. Varían en color y existen diferentes especies, como el pulgón verde del follaje (Schizaphis graminum), el pulgón de la espiga (Sitobion avenae), el pulgón ruso (Diuraphis noxia), el pulgón amarillo del follaje (Metopolophium dirhodum) y el pulgón negro del follaje (Rhopalosiphum padi).
Cuando hay grandes poblaciones de ninfas y adultos de pulgones durante las etapas vegetativa y reproductiva de los cereales la plaga puede causar severos daños, como la inyección de toxinas y transmisión de virus —como el del enanismo amarillo de la cebada (BYDV, por sus siglas en inglés) que transmite el pulgón verde del follaje y el pulgón ruso—, estrés en las plantas y la falta de nutrimentos suficientes, inhibición del llenado del grano y reducción del rendimiento.
Cuando la población de pulgones es mayor a 60 por tallo durante la etapa de floración pueden ocurrir pérdidas significativas, ya que mientras se alimentan secretan una “mielecilla” sobre el follaje y las espigas, lo cual favorece un ambiente adecuado para el desarrollo del hongo conocido como fumagina que afecta la fotosíntesis y, en consecuencia, el crecimiento de las plantas. Además, al combinarse con el polvo y la paja aumenta el contenido de impurezas en el grano durante la cosecha.
Ya que los pulgones aumentan su población cuando hay altas temperaturas es necesario realizar el muestreo del cultivo a partir de la etapa de encañe y determinar qué tanta población existe tanto de pulgones como de insectos benéficos.
Los insectos benéficos son importantes para el manejo de los pulgones pues entre ellos existen enemigos naturales de la plaga —existen depredadores como ácaros, escarabajos, chinches, crisopas, moscas y avispas—. Por esta razón es conveniente evitar el uso de insecticidas de alto impacto ambiental y propiciar la implementación de sistemas sustentables, como la agricultura de conservación y el manejo agroecológico de plagas, que ayudan a tener una biodiversidad funcional, es decir, una dinámica en donde los elementos presentes en las parcelas son manejados para obtener un beneficio o para un fin específico.
En muestreos realizados en parcelas de productores del Bajío que participan en Cultivando un México Mejor —proyecto de sustentabilidad agrícola de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT)— y que son trabajadas con agricultura de conservación, por ejemplo, se encontraron ejemplares que indican que este sistema de producción sustentable genera condiciones favorables para la proliferación de fauna y microbiota benéfica.
En los muestreos se encontraron pulgones con signos de haber sido parasitados por avispas y crisopas; y también se encontró una presencia considerable de las popularmente conocidas catarinas o mariquitas —específicamente ejemplares de Hippodamia convergens, Cycloneda sp. y Harmonia axyridis—, que son conocidas por ser voraces depredadoras de varias especies de pulgones, especialmente en estado larvario.
Otros depredadores o insectos benéficos que han sido observados son escarabajos (Collops sp.), catarina rayada (Paranaemia vittigera), así como el león de los afidos o crisopa (Chrysoperla sp.), el cual también es muy voraz en estado larvario, alcanzando a devorar poblaciones de más de 200 presas y contribuyendo así a reducir la población de pulgones.
La diversidad funcional que propicia la agricultura de conservación contribuye a mantener al límite las poblaciones de insectos plaga para evitar aplicaciones de insecticidas. Además, este control biológico de plagas es posible sin la necesidad de hacer liberaciones, reduciendo así los costos de producción y mejorando el agroecosistema.