Durante la segunda quincena de julio, “en 26 entidades de México ha habido una disminución de las precipitaciones, lo que indica el inicio de la canícula. Se prevé que este fenómeno se generalice a partir de la próxima semana en el centro, occidente, sur, sureste y noreste del país, así como en la Península de Yucatán y el litoral del Golfo de México, con una duración aproximada de 20 días”, informó recientemente el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), a través de un comunicado.
La canícula (sequía intraestival o veranillo) es un caso particular de sequía que ocurre en una amplia región de Mesoamérica y el Caribe. Se origina regularmente en medio del verano porque es cuando las condiciones climáticas en la región propician la aparición de algunos anticiclones. Si los ciclones ocasionan lluvias torrenciales, los anticiclones hacen lo contrario, y es por eso que en los llamados 40 días más calurosos del año —de acuerdo con los registros históricos, pueden ser entre 30 y 60— se pueden observar cielos muy despejados.
Este fenómeno, en el que se conjugan altas temperaturas —que pueden llegar hasta los 50 grados Celsius— y lluvias mínimas, se presenta entre julio y agosto. No obstante, su duración, intensidad y severidad varían dependiendo de la región y la aparición de otros fenómenos climáticos, por lo que incluso puede extenderse hasta septiembre.
La agricultura de temporal es la más vulnerable ante este fenómeno, pues ocasiona un bajo nivel productivo —comparado con las zonas de riego— y un aumento de plagas. Desde el punto de vista agronómico, la severidad de la canícula no solo depende de la temperatura y la precipitación, sino del tipo de suelo, el cultivo establecido y la etapa de desarrollo en que se encuentre, la variedad y, sobre todo, las medidas y prácticas agronómicas que se realicen.
“Aquí nos pega mucho la sequía, especialmente en la canícula. El año pasado con la agricultura de conservación no nos afectó mucho y la milpa no lo sintió gracias a la cobertura del suelo. Hay menos malezas, se aplican menos plaguicidas, y más si usan feromonas de confusión sexual porque aquí teníamos demasiado gusano cogollero”, comenta Víctor Manuel Martínez, productor de maíz en Chiapas, México, quien ha participado en proyectos impulsados por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores a través de los cuales se fomenta la agricultura de conservación.
La agricultura de conservación es un sistema de producción sustentable cuyos componentes básicos son la cobertura del suelo con rastrojos —lo cual permite conservar mayor humedad y proteger al suelo de la erosión—, la mínima labranza y la diversificación de cultivos. Mediante este sistema muchos productores pueden hacer frente a fenómenos como la canícula.
“En esta zona hay dos factores que determinan los rendimientos: uno es la sequía y el otro es el exceso de humedad en parte de agosto y todo el mes de septiembre. En el ciclo primavera-verano 2022, por ejemplo, la canícula fue más pronunciada que otros años y hubo exceso de humedad después de la sequía”, comentan especialistas del CIMMYT que realizan estudios en una plataforma de investigación alojada en el Campo experimental del CIMMYT en Tlaltizapán, Morelos.
“En comparación con los tratamientos donde se hizo labranza, las camas permanentes respondieron muy bien ante la sequía durante la etapa de crecimiento del cultivo. En el ciclo primavera-verano 2022, que fue quizá uno de los de mayor sequía, las camas permanentes rindieron casi el doble con respecto a los tratamientos con labranza”, señala Óscar Bañuelos, responsable de la plataforma.