Más del 70% de las mujeres rurales de la India se dedican a la agricultura. Las mujeres realizan una gran parte del trabajo agrícola, como cultivadoras y jornaleras, pero en la mayoría de los casos ni siquiera se las cuenta y reconoce como agricultoras. Millones de mujeres rurales de la India soportan también la carga del trabajo doméstico, un trabajo infravalorado y no reconocido económicamente.
En el 15 de octubre, Día Internacional de la Mujer Rural, la atención se centra en su contribución al cultivo de alimentos y a la alimentación de las familias. Las manos de las mujeres rurales desempeñan un papel fundamental en la seguridad alimentaria y el mantenimiento de las comunidades.
Hoy nos acercamos a la vida cotidiana de la agricultora Anita Naik.
Es originaria de la comunidad de Badbil, en el distrito de Mayurbhanj del estado indio de Odisha, rodeada de pequeñas colinas y de la exuberante vegetación del Parque Nacional de Simlipal.
Naik pertenece a una comunidad tribal que lleva mucho tiempo viviendo de la tierra, mediante la agricultura y la ganadería. Las pequeñas agricultoras como ella cultivan arroz, maíz y hortalizas de forma tradicional —con un trabajo intensivo y un rendimiento limitado— para garantizar la alimentación de sus familias.
Casada desde muy joven, Naik tiene un hijo y una hija. Su marido y su hijo son jornaleros, pero la incertidumbre en torno a sus trabajos y la enfermedad crónica de su marido hacen que ella sea la principal responsable del bienestar de su familia. A sus 41 años, la edad de Naik y su expresión estoica desmienten su experiencia de toda una vida de trabajo duro.
Las horas cortas
La jornada de Naik comienza justo antes del amanecer, poco después de las 4 de la mañana, con las tareas domésticas. Después de soltar a los animales —cabras, vacas, gallinas y ovejas— en el día, barre la casa, el patio y el establo de los animales. Después, enciende la estufa de leña para preparar el té para ella y su familia, que se despierta lentamente con el cantar del gallo. Ayudada por su hija pequeña, Naik da de comer a los animales y posteriormente lava los platos sucios de la noche anterior. A las 6:30 o 7 de la mañana, empieza a preparar otras comidas.
Durante los meses de escasez —el periodo entre la siembra y la cosecha— cuando el trabajo agrícola no es apremiante, Naik trabaja como jornalera en una fábrica de ladrillos. Dice que los ingresos extra le ayudan a cubrir los gastos durante las emergencias. “Me resulta difícil permanecer inactiva si no estoy trabajando en la granja”, afirma. Sin embargo, las restricciones del COVID-19 han afectado a esta fuente de ingresos para la familia.
Una vez terminadas sus tareas matutinas, Naik trabaja en su pequeña parcela junto a su casa. Cultiva maíz y hortalizas, principalmente para el consumo familiar.
Naik comenzó a cultivar maíz solo después de unirse a un grupo de autoayuda en 2014, que la ayudó a ella y a otras mujeres a cultivar maíz híbrido para la producción comercial en tierras arrendadas. Recibieron el apoyo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) a través del programa de intensificación del maíz de la Iniciativa de Sistemas de Cereales para Asia Meridional (CSISA).
Todos los años, de junio a octubre, Naik también trabaja en esta finca de dos hectáreas arrendada, junto con las demás miembros del grupo. Participa desde la siembra hasta la cosecha, e incluso en la comercialización.
“Hay once mujeres en nuestro grupo de autoayuda, Biswa Jay Maa Tarini. Gracias a la formación, la concienciación y el apoyo de CSISA y sus socios, una analfabeta como yo es actualmente la presidenta de nuestro grupo”, afirma emocionada Anita Naik.
Esto todavía no termina
Un poco más lejos de su casa, Naik tiene un pequeño campo donde cultiva arroz con la ayuda de su marido y su hijo. Después de revisar su cosecha de maíz en el campo, Naik trabaja en su arrozal el resto del día. Cuida de su tierra con diligencia, con la intención de eliminar las malas hierbas que surgen una y otra vez en la temporada de los monzones.
“Es un trabajo agotador, pero tengo que hacerlo yo misma porque no puedo permitirme contratar a un trabajador”, se lamenta Naik.
Finalmente, Naik se toma un descanso alrededor de la 1 de la tarde para almorzar. Algunos días, sobre todo en el verano, cuando el cansancio se apodera de ella, toma una pequeña siesta antes de volver a quitar las malas hierbas de los arrozales.
Finalmente, se dirige a casa a las 4 de la tarde. En casa, primero lleva a los animales a su cobertizo.
A las 6 de la tarde, empieza a preparar la cena. Después de la cena, limpia la cocina y la estufa de leña antes de dar por terminada la jornada y acostarse a las 8 o 9 de la noche.
“El día es corto y todavía hay mucho que hacer en casa y en el campo”, dice Naik después de trabajar desde primera hora de la mañana hasta la noche.
Mañana es un nuevo día, pero las tareas en casa y el trabajo en el campo continúan para Naik y las agricultoras como ella.
Cambio de paradigma
Tradicionalmente, los agricultores de la comunidad de Naik y sus alrededores cultivaban arroz en sus tierras altas sólo para consumo personal, dejando la tierra en barbecho el resto del año. El cultivo de arroz es bastante agotador, ya que el arroz es un cultivo que requiere mucho trabajo en la siembra, el riego, la escarda y la cosecha. Con recursos limitados, conocimientos limitados y falta de maquinaria adecuada, los rendimientos pueden variar.
Para aprovechar al máximo la tierra durante todo el año y pasar del consumo personal a la producción comercial, el CIMMYT facilitó la adopción del cultivo del maíz. Esto resultó ser un cambio de juego, transformando los medios de vida de las mujeres de la región y convirtiéndolas a menudo en el principal sostén de sus familias.
A principios de 2012, a través del proyecto CSISA, el CIMMYT inició su programa de intensificación sustentable en algunas partes de la región de la meseta de Odisha. Durante la fase inicial, el maíz destacó como un cultivo alternativo con un alto nivel de aceptación, especialmente entre las mujeres agricultoras.
Pronto, el CIMMYT y sus socios comenzaron a trabajar en cuatro distritos —Bolangir, Keonjhar, Mayurbhanj y Nuapada— para ayudar a catalizar la adopción de la producción de maíz en la región. Los agricultores cambiaron el arroz por el maíz en las tierras altas. En la actualidad, el cultivo de maíz ha sido adoptado por 7.600 agricultores en estos cuatro distritos, de los cuales el 28% son mujeres.
El CIMMYT, en colaboración con agentes estatales, privados y de la sociedad civil, facilitó la creación de grupos de productores de maíz y grupos de autoayuda de mujeres. Reunidos, los agricultores pueden estandarizar el control de calidad del grano, agregar la producción y vender su producto comercialmente a las fábricas de piensos para aves.
Esta intervención en una región predominantemente tribal tuvo un impacto significativo en las condiciones socioeconómicas de las mujeres que participaron en este proyecto. Hoy en día, mujeres como Anita Naik se han establecido como agricultoras de maíz y empresarias de éxito.
Foto de portada: La agricultora Anita Naik en su campo de maíz. (Foto: Nima Chodon/CIMMYT)