Cuando ocurrió un brote de necrosis letal del maíz (MLN, en inglés) en Kenia en 2011, los científicos sabían que tenían que actuar rápido. Esta nueva enfermedad viral en el país, estaba diezmando los campos de maíz. En pocos años, la enfermedad se propagó rápidamente en el este de África, a través de insectos y semillas contaminadas. Si el virus se extendiera al sur o al oeste de África, sería un desastre para los pequeños agricultores de todo el continente que dependen del maíz como cultivo básico y para los ingresos y el sustento de sus familias.
El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus socios tomaron medidas de inmediato para imponer una estricta cuarentena de semillas y restringir el movimiento de semillas entre el este de África y otras regiones del continente. Además, trabajaron intensamente en el desarrollo y la difusión de cultivares de maíz mejorados con tolerancia o resistencia a la MLN, realizaron esfuerzos de vigilancia extensivos y sensibilizaron a los socios sobre la importancia de producir y comercializar semillas libres de MLN.
Debido a estos esfuerzos, en los últimos nueve años no se ha informado sobre brotes de MLN en el África subsahariana fuera del este de África.
Debido a una publicación reciente en Virus Research sobre cómo se contuvo la MLN, entrevistamos a B.M. Prasanna, Director del Programa Global de Maíz del CIMMYT y del Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), para discutir la historia de éxito de la MLN, la crisis global del COVID-19 y las similitudes en el desafío de abordar las enfermedades virales de plantas y humanos.
¿Cuáles fueron algunas de las medidas extremas que el CIMMYT tuvo que tomar para detener la propagación de la MLN?
El primer paso que tuvimos que tomar en la lucha contra la MLN fue analizar rigurosamente la semilla para detectar cualquier posible contaminación que causara la enfermedad y restringir el movimiento de semillas desde el este hasta al sur de África.
El segundo paso más importante fue sensibilizar a los socios nacionales y al sector comercial de semillas sobre el peligro de contaminación de semillas con virus que causan la MLN, y cómo la contaminación de semillas puede conducir a la proliferación o propagación de la enfermedad.
El tercer paso fue construir una nueva instalación de cuarentena en Zimbabue, en colaboración con el Instituto Nacional de Cuarentena Vegetal. Cuando esa instalación de cuarentena estuvo en funcionamiento en 2017, reiniciamos la transferencia de material de investigación del centro de mejoramiento del CIMMYT en Kenia a las instalaciones del CIMMYT en Zimbabue. Solo cuando los materiales fueron certificados como libres de MLN tanto en Kenia como en Zimbabue, a través del análisis planta por planta utilizando kits de inmunodiagnóstico, la semilla se multiplicó y se distribuyó a los socios. Por lo tanto, el principio de contención y manejo efectivo es extremadamente importante, ya sea una enfermedad viral de la planta o una enfermedad viral humana.
Debemos señalar aquí que, en términos de escala e intensidad, así como los efectos e implicaciones globales, cualquier enfermedad de las plantas, incluida la MLN, no se puede comparar con una pandemia como la del COVID-19, que ha afectado todos los aspectos de nuestras vidas.
¿Cómo cree que la pandemia del COVID-19 afectará nuestros sistemas alimentarios?
Estamos en una situación ciertamente desalentadora. La pandemia, sin duda, tendrá un efecto grave en la seguridad alimentaria.
Muchos países que no tienen suficientes reservas de alimentos o aquellos en los que los sistemas alimentarios son vulnerables a choques como este están sufriendo. La capacidad de las personas para obtener insumos para la agricultura, incluida la semilla, también se verá afectada, ya que los mercados se ven afectados. Esta es realmente una situación grave por la que todos deberíamos estar preocupados. El CGIAR tiene un papel importante que desempeñar, en términos como trabajar de cerca con socios nacionales y mitigar el impacto del COVID-19 en la agricultura.
Deberíamos estar particularmente preocupados por los agricultores, especialmente los pequeños agricultores, que son bastante vulnerables al desafío actual. Incluso sin el COVID-19, la agricultura en muchos países en desarrollo en todo el mundo ya ha estado en peligro. Los pequeños agricultores, al igual que los marginales no podían encontrar un mercado para sus productos y obtener ingresos suficientes para mantener a sus familias. Sus medios de vida son frágiles y vulnerables al cambio climático y a los precios volátiles del mercado. Desafortunadamente, la crisis actual del COVID-19 está agravando la crisis.
¿Qué lecciones puede aprender la investigación agrícola de esta pandemia?
¿Qué nos enseñan estas pandemias o epidemias? Nos recuerdan que es necesario establecer sistemas para prevenir la proliferación de tales enfermedades, ya sean enfermedades de plantas o animales o enfermedades humanas. Ningún país puede considerarse completamente seguro, y tales enfermedades no discriminan entre un país desarrollado y un país en desarrollo, tampoco entre ricos y pobres.
La segunda lección más importante es la preparación para emergencias. Cada vez que aparecen enfermedades virales transfronterizas tan devastadoras, la clave es la rapidez con la que el país puede responder — conteniendo el área infectada y sin permitir que la enfermedad se propague, y posteriormente mitigando el daño de manera sistemática y rápida. Esta no es la primera vez que surge una enfermedad como la MLN. Podría haber enfermedades virales o fúngicas más graves que podrían surgir en el futuro debido a varias razones, incluidos el cambio climático, el comercio internacional, el movimiento de seres humanos, las corrientes de aire, etc. Hay múltiples formas en que las enfermedades pueden atravesar países y continentes. Por lo tanto, la clave es qué tan bien podemos capacitar a los sistemas nacionales para que puedan prevenir, detectar e intervenir de manera proactiva y rápida.
Otra gran lección para los sistemas agrícolas es que un problema que ocurre en algún otro continente no puede ser ignorado porque trabajas en un continente diferente. Lo que demuestra la pandemia del COVID-19 es que el mundo está mucho más conectado de lo que pensamos.
Para usted, ¿cuál es la conclusión principal sobre la historia de éxito de la necrosis letal del maíz (MLN)?
No diré que sigue siendo un éxito total. A través de alianzas y esfuerzos intensivos, pudimos evitar que la enfermedad devastara la producción de maíz en millones de campos de pequeños agricultores en el África subsahariana. Desde 2014, no ha habido ningún otro país en África —fuera del este de África— que haya informado sobre un brote de MLN. Eso, para mí, es un gran éxito.
El trabajo no ha terminado. El viaje tiene que continuar. Y debemos asegurarnos de que los países estén continuamente protegidos de enfermedades devastadoras como la MLN. La MLN todavía no se erradica en el este de África. Puede que ni siquiera sea posible erradicar por completo esta enfermedad, ya que los dos virus que la causan pueden sobrevivir no solo en el maíz sino en múltiples pastos. Sin embargo, podemos contener la enfermedad y limitar su impacto a través de esfuerzos continuos, como lo que hemos hecho durante los últimos 7 u 8 años. Sin embargo, si bajamos la guardia, hay una probabilidad muy alta de que la enfermedad pueda propagarse a otros países del África subsahariana, especialmente a los principales países productores de maíz en el sur de África o África occidental. Los esfuerzos deben continuar. Por lo tanto, no hay que bajar la guardia para proteger a los pequeños productores en África de enfermedades transfronterizas como la MLN.
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