El maíz es más que un cultivo en México. Si bien proporciona alimentos, forraje y materias primas, también es un legado que se transmite de generación en generación y conecta a las personas de México con su pasado.
La fascinante diversidad del maíz en México está arraigada en su legado cultural y biológico como el centro del origen del maíz. Las variedades de maíz criollo, que son variedades que han sido cultivadas y sometidas a selección por los agricultores durante generaciones, conservando una identidad distinta y careciendo de mejoras formales en los cultivos, constituyen la base de esta diversidad.
Al igual que con cualquier legado cultural, el cultivo de variedades de maíz criollo puede perderse con el paso del tiempo a medida que los agricultores se adaptan a los mercados cambiantes y se producen cambios generacionales.
La estudiante de doctorado, Denisse McLean-Rodríguez, de la Escuela de Estudios Avanzados de Sant’Anna en Italia, e investigadores del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) han emprendido un nuevo estudio que rastrea la conservación y el abandono de las variedades de maíz criollo en los últimos 50 años en Morelos, el segundo estado más pequeño de México.
El estudio se basa en una colección de 93 muestras de variedades de maíz criollo, recolectadas y almacenadas en el banco de germoplasma de maíz del CIMMYT por Ángel Kato, asistente de investigación, en 1966-67. Los investigadores rastrearon a las 66 familias en Morelos que donaron las muestras y exploraron las razones por las que abandonaron o conservaron sus variedades.
Tras los pasos del abandono de las variedades criollas
En seis casos, los investigadores pudieron entrevistar a los agricultores originales que donaron las muestras al CIMMYT. En otros casos, entrevistaron a los miembros de su familia, con mayor frecuencia a los hijos o hijas, o alternativamente a sus nietos, hermanos, sobrinos o viudas.
El estudio revela que el cultivo de maíz ha disminuido significativamente en las familias. Solo 13 de las 66 familias siguen cultivando los mismos lotes de semillas de maíz que en 1966-67 y hubo consenso en que los entornos sociales, económicos y físicos actuales son desfavorables para el cultivo de variedades de maíz criollo.
Entre las razones del abandono se encuentran los cambios en las tecnologías de cultivo de maíz, los mercados cambiantes para el maíz y otros cultivos, los cambios de políticas, las preferencias culturales, la urbanización y el cambio climático.
“Al descubrir la continuidad de las variedades de maíz criollo en los campos de los agricultores y los factores que impulsan el cambio, pudimos entender mejor el contexto en el que se cultivan actualmente estas variedades”, dijo McLean-Rodríguez. “Nuestro estudio también nos permitió evaluar la importancia de la conservación ex situ en instalaciones como el banco de germoplasma del CIMMYT”.
Conservación de la biodiversidad del maíz
Las variedades de maíz criollo se pueden conservar “in situ” en los campos de los agricultores y “ex situ” en un espacio protegido, como un banco de germoplasma o un banco comunitario de semillas.
“Estas estrategias de conservación son complementarias”, explicó McLean-Rodríguez. “La conservación ex situ ayuda a asegurar las variedades de maíz criollo en caso de condiciones impredecibles que amenazan su conservación en el campo, mientras que el cultivo in situ permite que continúen los procesos que generaron la diversidad del maíz, permitiendo la aparición de mutaciones y la evolución de nuevos rasgos potencialmente beneficiosos”.
La pérdida de variedades de maíces criollos en los campos de los agricultores durante más de 50 años destaca la importancia de la conservación ex situ. El banco de germoplasma de maíz del CIMMYT contiene 28 000 muestras de maíz y sus parientes silvestres de 88 países, que abarcan colecciones que datan de 1943. Las semillas almacenadas en el banco de germoplasma están protegidas ante crisis o desastres naturales, y están disponibles para el mejoramiento y la investigación. Los rasgos que se encuentran en las variedades de maíz criollo pueden incorporarse a nuevas variedades para abordar algunos de los desafíos agrícolas más apremiantes del mundo, como los cambios de clima, las plagas y enfermedades emergentes, y la desnutrición.
McLean-Rodríguez recuerda un aspecto del estudio que encontró particularmente gratificante: “Muchas de las familias que habían perdido su maíz criollo por una razón u otra estaban interesadas en recibir muestras de su maíz del banco de germoplasma del CIMMYT. Algunos estaban interesados en las muestras por su valor personal, mientras que otros estaban más interesados en el valor productivo. Estaban muy felices de recuperar su maíz del banco de germoplasma, y sería muy interesante saber si la semilla repatriada se cultivará en el futuro”.
Una tradición familiar
Una de las familias que participaron en el estudio fue la del agricultor Roque Juárez Ramírez y su esposa, Ventura Oliveros García, cuyo padre era uno de los agricultores donantes de Morelos. “Me sentí muy feliz al escuchar el nombre de mi padre, [Santos Oliveros]”, menciona Oliveros, recordando el momento en que McLean-Rodríguez la contactó. “Siempre fue un productor de maíz, ya que en sus tiempos no se cultivaba nada más. Sembraba en su tierra de cultivo [ejido] y siempre pudo cosechar mucho maíz, muchas mazorcas. Plantaba una variedad de maíz criollo que llamamos maíz arribeño, o marceño, porque se siembra siempre en marzo”.
Juárez percibe su responsabilidad como productor de maíz: “Siento que la importancia [del cultivo del maíz] no es pequeña, sino grande. No estamos hablando de mantener con vida a 10 o 20 personas; tenemos que alimentar a todo un país de personas que comen y beben, además de atender a nuestras familias. Nosotros, los agricultores, generamos los alimentos”.
Mientras llena recipientes con champurrado, una bebida dulce mexicana a base de maíz, y presenta muestras del maíz básico de la familia — maíz colorado y ancho — Oliveros describe lo que significa el maíz para ella: “El maíz es muy importante para mi familia y para mí porque es nuestra principal fuente de alimento, tanto para humanos como para animales. “Utilizamos nuestra variedad de maíz para hacer pozole, tortillas, tamales, atole, quesadillas, picadas y muchos otros alimentos”.
La familia Juárez-Oliveros sustituyó el lote de semillas de maíz ancho del padre de Oliveros con otro lote de semillas de maíz ancho de la familia de su esposo. El maíz ancho se usa para hacer pozole, y continúa siendo ampliamente cultivado en algunos municipios de Morelos, incluyendo Totolapan, donde reside la familia. Sin embargo, los investigadores descubrieron que otras variedades de maíz criollo presentes en la colección de 1966-67, como Pepitilla, fueron más difíciles de rastrear 50 años después.
El estudio muestra que el abandono de las variedades de maíz criollo es común cuando la agricultura pasa de una generación a la siguiente. Los agricultores de mayor edad están muy conectados con sus variedades de maíz criollo y continúan cultivándolas, incluso ante razones apremiantes para cambiarlos o reemplazarlos. Cuando las generaciones más jóvenes se hacen cargo de la gestión de las tierras de cultivo, estas variedades de maíz criollo suelen ser abandonadas.
No obstante, los jóvenes agricultores siguen valorando la importancia cultural y culinaria de las variedades de maíz criollo. “El maíz tiene un importante significado tradicional y cultural, y es fundamental para nuestra economía”, dijo Isaac Juárez Oliveros, hijo de Roque y Ventura. “He plantado [variedades de maíz criollo] desde que tenía entre 15 y 20 años. Conseguí mi semilla de maíz de mis padres. Creo que es importante que las familias sigan plantando su maíz, ya que se ha convertido en una tradición que se ha pasado de generación en generación”.
El legado para las generaciones futuras
La seguridad alimentaria mundial depende del mantenimiento de una alta biodiversidad genética en cultivos alimentarios básicos tan importantes como el maíz. Comprender las causas del abandono de las variedades de maíz criollo puede ayudar a desarrollar estrategias efectivas de conservación. Los autores sugieren que los nichos para la conservación de razas e incluso la expansión pueden apoyarse de la misma manera que se han creado nichos para mejorar el maíz y otros cultivos comerciales. Mientras tanto, el manejo de los recursos genéticos es vital, tanto en el campo como en los bancos de germoplasma, especialmente en los países en vías de desarrollo donde existe una diversidad más amplia.
Para Oliveros, es una cuestión de legado familiar: “Significa mucho para mí que [la semilla de mi familia] se haya conservado porque ha permitido que el maíz de mi familia y la memoria de mi padre sigan vivos”.
“Los agricultores que cultivan variedades de maíz criollo están proporcionando un servicio público global invaluable”, afirman los autores del estudio. “Fomentar el cultivo de maíz en los agricultores más jóvenes será clave. Aprovechar el potencial de conservación de la generación actual de agricultores es una oportunidad que no debemos dejar pasar”.
Lea el estudio completo:
Los fondos para esta investigación fueron proporcionados por el Programa de Investigación de Maíz del CGIAR, la Escuela de Estudios Avanzados Sant’Anna y la Universidad de Wageningen.
Un reconocimiento especial para las familias, los participantes de los grupos focales y las autoridades municipales del estado de Morelos que amablemente dedicaron tiempo para compartir sus experiencias con nosotros sobre los desafíos y recompensas de la conservación de las variedades de maíz criollo.