Más de dos mil millones de personas en todo el mundo sufren de hambre oculta, consumen una cantidad suficiente de calorías, pero carecen de nutrientes esenciales como la vitamina A, el hierro o el zinc. Esto puede provocar daños graves a la salud, ceguera o incluso la muerte, especialmente en niños menores de cinco años. Además, un informe reciente de la FAO estima que el número de personas desnutridas en todo el mundo asciende a más de 800 millones, con el aumento de la inseguridad alimentaria y la desnutrición en casi todas las subregiones de África y en toda América del Sur.
En reconocimiento al Día Mundial de la Alimentación y al enfoque del Premio Mundial de Alimentación en nutrición 2018, los Centros y Programas de Investigación de CGIAR reflexionaron sobre la importancia y el impacto global de la biofortificación y los cultivos resistentes al clima: componentes clave para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2: Hambre Cero y 3: Salud y bienestar para el año 2030.
El trabajo de la biofortificación se acerca a un cuarto de siglo; 10 años en la producción y otros 15 años de implementación. Con esta ocasión, CGIAR evalúa lo que lo ha hecho tan exitoso, en el artículo “Cómo la ciencia de la biofortificación paso de ser una idea a una revolución alimentaria” (en inglés).
La biofortificación permite a los científicos fortalecer los cultivos básicos con micronutrientes para tratar el “hambre oculta”, o deficiencia de micronutrientes. En la actualidad hay 290 variedades nuevas de 12 cultivos biofortificados, incluido el maíz, el trigo y la papa, que se cultivan en 60 países y llegan a aproximadamente 10 millones de hogares agrícolas.
La primera variedad de maíz biofortificado fue el maíz de calidad con alto contenido proteínico (QPM por sus siglas en inglés), desarrollado por Evangelina Villegas y Surinder Vasal, científicos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Este tipo de maíz presenta niveles mejorados de lisina, triptófano y aminoácidos esenciales que pueden ayudar a reducir la desnutrición en los niños. Vasal y Villegas ganaron el Premio Mundial de la Alimentación en el año 2000 por este trabajo innovador, y la variación genética encontrada en el maíz con calidad proteica (QPM) serviría como la base de referencia para el desarrollo de otros productos biofortificados, y el maíz nutritivo con vitamina A.
Varios factores clave han contribuido al éxito de la biofortificación. La asociación es uno de ellos. Los centros del CGIAR trabajan con cientos de socios en todo el mundo, desde gobiernos nacionales e institutos de investigación hasta organizaciones no gubernamentales y agricultores. Otros factores incluyen la capacidad de generar evidencia y realizar un monitoreo y evaluación, el mantenimiento de una visión clara sobre cómo la investigación tendrá impacto y la inversión coordinada.
Al considerar el papel a futuro de la biofortificación en nuestro paisaje agrícola en evolución, el artículo destaca la necesidad de vincularse con el cumplimiento de los objetivos globales de desarrollo sostenible en términos de seguridad alimentaria y mejora de la nutrición, y la importancia de que las variedades nuevas estén “listas para el futuro” frente al cambio climático.
Como apoyo adicional a la biofortificación, el Departamento de Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) reconoció la importancia de la investigación agrícola de renombre mundial del CGIAR en la lucha para acabar con el hambre mundial. El apoyo del DFID ha sido crucial para el trabajo de la biofortificación en África, al igual que el desarrollo del maíz tolerante a la sequía del CIMMYT y el Programa de Investigación CGIAR del Maíz, que ha aumentado los rendimientos de los agricultores hasta en un 30 %, beneficiando a 20 millones de personas en 13 países africanos. El CIMMYT lanzó más de 300 variedades de maíz tolerantes a la sequía en el marco del proyecto Maíz Tolerante a la Sequía para África (DTMA), que se extendió de 2006 hasta 2015, el cual continúa creciendo y brindando beneficios a los pequeños agricultores de la región. El DFID también destacó el impacto de su apoyo al CIMMYT y al Programa de Investigación CGIAR del Trigo en el desarrollo de variedades de trigo resistentes a las enfermedades que ayudan a evitar la escasez de alimentos y el hambre agravada en todo el mundo.
Después de un descenso prolongado en el hambre mundial, los hallazgos que apuntan a un aumento reciente son alarmantes. Junto con las incertidumbres que rodean el suministro de alimentos debido a desafíos como el cambio climático, las plagas y las enfermedades siempre presentes, los desafíos que enfrentamos son significativos. El desarrollo y despliegue de cultivos biofortificados con micronutrientes nutritivos y con la capacidad para enfrentar el estrés abiótico y biótico es de vital importancia. El trabajo de los centros y programas de investigación de CGIAR es vital para mejorar los medios de vida de los pequeños agricultores y para impulsar la lucha contra el hambre cero para el año 2030.
Este artículo está basado en la cobertura de The Telegraph y CGIAR.