Honest Musafari, un agricultor de cincuenta años de la zona rural de Zimbabue, recoge con entusiasmo una mata de tierra de su campo recién cosechado para mostrar cuán oscuro y fértil es. Musafari, agricultor de toda la vida, explica que el suelo no siempre ha sido así. Durante años, él y sus vecinos han tenido que lidiar con un suelo pobre y erosionado que humedece cada vez más la producción de maíz.
“Mi tierra se estaba empobreciendo cada vez que araba mi campo, pero desde que dejé de arar, dejé los residuos de la cosecha y planté el maíz junto con las legumbres, el suelo es mucho más sano”, dice Musafari. Su cultivo de maíz de 1’6 hectáreas, en el distrito de Murehwa, es el sustento de las seis personas que conforman su familia.
Durante más de dos años, Musafari ha sido uno de los diez agricultores en esta zona cálida y seca de Zimbabue que han probado cultivos intercalados de leguminosas y cultivos de cobertura de abono verde junto con su maíz, para evaluar su impacto sobre la fertilidad del suelo.
Las pruebas en los cultivos son parte de los esfuerzos dirigidos por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) en colaboración con la organización humanitaria Catholic Relief Services (CRS) y servicios de extensión gubernamentales para promover sistemas de cultivo resilientes al clima en el África subsahariana.
La degradación de la tierra a nivel de cultivos y paisajes es la mayor limitación para la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de los pequeños agricultores en África subsahariana, dice Christian Thierfelder, agrónomo sénior de sistemas de cultivo del CIMMYT.
“Más del 65 % de los suelos en África están degradados. Estos carecen de los nutrientes necesarios para los cultivos productivos. Es una de las razones más importantes por la cual los rendimientos de maíz de la región no están aumentando“, explica. “El fracaso en abordar la escasa salud del suelo tendrá un efecto desastroso en la alimentación de la creciente población de la región”.
El área donde vive Musafari fue elegida para probar cultivos intercalados, junto con otros en Malawi y Zambia, conocidos por sus suelos pobres.
Codo con codo
Plantadas cerca del maíz, legumbres como el guandú, las judías y la canavalia agregan nitrógeno al suelo, actuando como abono verde a medida que crecen, dice Thierfelder. Básicamente, reemplazan los nutrientes que utiliza la planta de cereales y son una forma accesible de fertilizante para los agricultores que no pueden pagar fertilizantes minerales para mejorar el suelo.
“Nuestras pruebas muestran que las leguminosas son un triunfo para las familias de agricultores de escasos recursos. Pueden aportar de 5 a 50 toneladas de materia orgánica adicional por hectárea, además de cobertura del suelo y forraje”, señala. “Dejan en el suelo entre 50 y 350 kg de nitrógeno residual por hectárea y no necesitan fertilizantes adicionales para crecer”.
Además de los principios de la agricultura de conservación, definidos por la mínima alteración del suelo, la retención de residuos y la diversificación mediante la rotación de cultivos y los cultivos intercalados, los agricultores están trabajando en construir un sistema de cultivo resistente, dice Geoffrey Heinrich, asesor técnico sénior de agricultura en Catholic Relief Services, que trabaja para promover la adopción de cultivos de cobertura de abono verde.
Durante años, Musafari, como muchos otros pequeños agricultores en África, labraron la tierra para sembrar, utilizando arados para mezclar las malezas y los residuos de cultivos en el suelo. Sin embargo, esta intensa excavación dañó la estructura del suelo, destruyó la mayor parte de la materia orgánica, redujo su capacidad de retener la humedad y provocó erosión por el viento y el agua.
Dejad que las plantas trabajen para mí
Musafari dice que, debido al alto precio del fertilizante mineral, este queda fuera del alcance de los agricultores de su comunidad. Así que solo compran cantidades pequeñas cuando tienen efectivo extra, lo que nunca es suficiente para obtener todo su beneficio.
Al principio dudable de que los cultivos de cobertura de abono verde pudieran mejorar la calidad de su suelo o la productividad del maíz, explica. Sin embargo, pensó que valía la pena intentarlo, teniendo en cuenta que cultivar diferentes elementos en la misma parcela le proporcionaría a su familia más comida y la oportunidad de ganar dinero extra.
“Me alegro de haber probado el cultivo intercalado. Cada leguminosa que cultivé con mi maíz mejoró la estructura del suelo, la capacidad para capturar el agua de lluvia y también mejoró la salud de mi maíz “, afirma Musafari.
Thierfelder describe cómo sucede esto. La fijación del nitrógeno, que es exclusiva de los cultivos de leguminosas, es un proceso muy importante para mejorar la fertilidad del suelo. Este proceso involucra bacterias en el suelo y nitrógeno en el aire. Las bacterias forman pequeños crecimientos en las raíces de las plantas, llamados nódulos, y capturan el nitrógeno atmosférico cuando entra al suelo. Los nódulos cambian el nitrógeno en amoniaco, una de las formas en que las plantas de nitrógeno producen proteínas.
Además, las legumbres que crecen como un cultivo de cobertura mantienen el suelo protegido de lluvias y vientos fuertes y sus raíces mantienen el suelo en su lugar, explica el agrónomo. Conservan la humedad del suelo, eliminan las malezas y proporcionan forraje para los animales y nuevas fuentes de alimentos para el consumo o la venta.
Beneficios intercalados
Trabajando con el CIMMYT, Musafari y su esposa dividieron una parte de su cultivo en ocho parcelas de 20 por 10 metros. En cada parcela, intercalaron maíz con una leguminosa diferente: caupí, canavalia, judias, guandú, almendra de Jordania y grano de terciopelo. También probaron cultivos intercalados con dos leguminosas en una de las parcelas. Posteriormente compararon todas esas opciones para cultivar solo maíz.
“Temporada tras temporada, el suelo en cada una de las parcelas de prueba se ha vuelto más oscuro y mi maíz más sano”, describe Musafari. “Las lluvias solían venir a deslavar el suelo, pero ahora no aramos ni cavamos agujeros, por lo que la tierra no se está deslavando; retiene el agua”.
“Realmente me gusta cómo las leguminosas han reducido las malas hierbas. Antes teníamos un gran problema con la striga, que es común en suelos pobres, pero ahora se ha eliminado”, agrega.
Desde la primera temporada de la prueba, los rendimientos de maíz de Musafari casi se han triplicado. La primera temporada cosechó 11 bolsas de máiz, o media tonelada, y dos temporadas después ya eran 32 bolsas, es decir 1’5 toneladas.
Eveline, la esposa de Musafari, también se ha convencido de los beneficios del cultivo intercalado, expresando que la familia ahora quiere extenderlo por todo el sembradío. “El cultivo intercalado tiene más ventajas que simplemente cultivar maíz. Obtenemos diferentes tipos de comida en el mismo espacio. Tenemos más para comer y más para vender”, afirma.
La familia prefiere cultivos intercalados con canavalia y judias. A pesar de que se encontraban entre las leguminosas más difíciles de vender, mejoraron más el suelo. También maduran al mismo tiempo que su maíz, por lo que ahorran trabajo ya que solo tienen que cosechar una vez.
Los beneficios obtenidos durante el cultivo intercalado han influenciado a los agricultores a adoptarlo como parte de sus prácticas agrícolas en la mayoría de nuestros sitios de prueba en todo el sur de África, dice Heinrich, de Catholic Relief Services.
“Los beneficios inmediatos, como la reducción de la labor del deshierbe y los cultivos comerciales de leguminosas que los agricultores pueden vender rápidamente, proporcionan un buen incentivo para la adopción de este método de cultivo”, agrega.
Sistemas agrícolas resilientes para África
La seguridad alimentaria es una prioridad en la agenda de desarrollo de África. Sin embargo, el cambio climático amenaza el Compromiso de Malabo por acabar con el hambre en el continente para el año 2025. Las temperaturas están aumentando: las últimas tres décadas han sido registradas como las más cálidas, según el Panel Internacional sobre Cambio Climático.
Los climas más cálidos, las sequías y las precipitaciones irregulares son una de las grandes preocupaciones para los agricultores del África subsahariana, donde más de la mitad del maíz se cultiva bajo agricultura de secano sin riego.
La mayoría de los agricultores africanos son pequeños propietarios que cultivan menos de dos hectáreas, explica Thierfelder. Si van a satisfacer la demanda de alimentos de una población que se duplicara para el año 2050, llevándola a más de 2 mil millones de personas y superando múltiples desafíos, necesitan sistemas de cultivo mucho más productivos y resistentes a variaciones climáticas.
Una nueva investigación identifica que los principios definitorios de la agricultura de conservación no son suficientes por sí solos para proteger a los agricultores de los impactos del cambio climático. Se requieren prácticas complementarias para hacer que los sistemas agrícolas resilientes al clima sean más funcionales para los pequeños agricultores a corto y largo plazo, advierte.
“El cultivo intercalado con leguminosas es una práctica complementaria que puede ayudar a construir suelos saludables que resistan a un clima errático”, dice Thierfelder. “El CIMMYT promueve sistemas de cultivo resilientes al clima que se adaptan a las necesidades de los agricultores”, enfatiza.
“Para intensificar los cultivos de manera sostenible y obtener mejores resultados, los productores deben implementar una variedad de opciones que incluyen cultivos intercalados, el uso de variedades mejoradas resistentes al calor y la sequía, y la plantación eficiente utilizando la mecanización junto con los principios de la agricultura de conservación”.