Han pasado cuatro años desde que líderes africanos se reunieron en Guinea Ecuatorial y se comprometieron a impulsar el crecimiento de la agricultura en todo el continente. Esta es una forma importante de producir verdaderos cambios en África. Durante la reunión, todos los jefes de estado de la Unión Africana firmaron la Declaración Malabo, que ofrece a los sectores agrícolas de África un plan de acción que debe terminar de ponerse en práctica para 2025.
Por ejemplo, la declaración pide que por lo menos 10% del gasto público de cada nación sea asignado a la agricultura y el desarrollo rural. Además, incluye planes para aumentar la seguridad alimentaria de los países intensificando la agricultura de una forma que no provoque daños al medio ambiente.
Hasta cierto punto, se ha avanzado hacia el logro de estos objetivos, según revela un informe reciente elaborado por la Comisión de la Unión Africana. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer.
Dicho informe indica que en 2015 y 2016, de los 47 estados signatarios, solo 10 (Malawi, Etiopía, Angola, Egipto, Sudán, Mauritania, Mali, Senegal, Burkina Faso y Guinea Ecuatorial) lograron o sobrepasaron el objetivo de invertir el 10% del gasto público en los sectores de la agricultura y el desarrollo rural. Hay otros países que han invertido muy poco (tan solo el 0.6%) del gasto público en esos sectores esenciales, y solamente 20 de los 47 países signatarios están avanzando hacia el logro de los objetivos de la declaración para 2025.
No cabe duda de que las inversiones en la agricultura pueden empoderar la transformación económica de la región. Pero, por sí solas, las inversiones no resolverán los problemas de la agricultura africana. La colaboración internacional, además de ser esencial, puede generar verdaderos resultados, según ha confirmado un proyecto en el que estamos participando.
El presente proyecto ha contado con el apoyo de grupos multidisciplinarios de investigadores locales e internacionales del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, la Universidad de Queensland y la Asociación para Fortalecer la Investigación Agrícola en África Oriental y Central. También están colaborando en él, los departamentos de agricultura de Etiopia, Kenia, Malawi, Mozambique y Tanzania.
Estos esfuerzos colaborativos han permitido abordar muchas restricciones, incluyendo la baja productividad de los cultivos, el limitado acceso a los mercados, la degradación ambiental y las inequidades sociales. El proyecto se ha enfocado principalmente en las cadenas de valor que vinculan a agricultores, empresas agrícolas, comerciantes y formuladores de políticas, entre otros. Como resultado, la productividad ha mejorado. También hemos observado que existen menores riesgos relacionados con el cambio climático, y que la fertilidad y la conservación de los suelos han mejorado entre los muy vulnerables pequeños productores en cinco países de África Oriental y Meridional.
Iniciativas como ésta pueden ayudar a transformar la Declaración de Malabo de un simple documento en una realidad.
Grandes avances
El Programa Intensificación Sustentable de los Sistemas Maíz-Leguminosas en África Oriental y del Sur es coordinado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, y financiado por el gobierno australiano. Investigadores de Australia y de los países africanos participantes han trabajado junto con los investigadores del Centro.
El proyecto fue establecido en 2010 en respuesta a la gran preocupación que existía acerca de la seguridad alimentaria en las regiones de África Oriental y Meridional. Hasta ahora, 258,393 pequeños agricultores en Etiopía, Kenia, Malawi, Mozambique y Tanzania se han beneficiado con nuestras actividades, y esperamos que ese número aumente a 600,000 para el año 2020.
Hasta la fecha, 91% de los agricultores han adoptado por lo menos una de las prácticas sustentables que el proyecto promueve. Éstas incluyen la utilización de variedades de maíz tolerantes a la sequía que no han sido genéticamente modificadas; la rotación de maíz y leguminosas; y cultivos intercalados en los que una leguminosa es sembrada en medio de un cultivo de maíz ya establecido.
Los rendimientos han incrementado entre 30 y 60% en los cinco países donde estas prácticas y las tecnologías asociadas a éstas han sido adoptadas.
Nosotros no solo trabajamos directamente con los agricultores; también es importante desarrollar la capacidad y adquirir conocimientos del manejo de cultivos y suelos, el desarrollo de mercados, la conservación de recursos, los problemas de género y el manejo y evaluación de proyectos.
En este sentido, las becas otorgadas por Australia han sido un recurso importante, pues les dan a personas de países en desarrollo la oportunidad de estudiar para adquirir títulos de licenciatura o posgrado en instituciones australianas. Hasta ahora, estas becas han sido otorgadas a 65 candidatos que obtuvieron títulos de maestría y doctorado.
Una vez que obtienen sus títulos y regresan a sus países de origen, estas personas pueden contribuir a resolver los complejos problemas de lograr la seguridad alimentaria y eliminar la pobreza, aplicando modernas herramientas de investigación, informando las políticas, capacitando a otras personas y siendo líderes en sus instituciones originales.
Aprovechar el potencial
La Declaración Malabo es un documento útil para medir los avances, pues ofrece objetivos claros a los países y establece bases sobre las cuales pueden monitorear su éxito. Esto ayudará a los países a alcanzar para el año 2030, los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas, incluidos los relacionados con la agricultura y la seguridad alimentaria.
La labor del Programa de Intensificación Sustentable de los Sistemas Maíz-Leguminosas en África Oriental y Meridional da una idea de cómo lograr estos objetivos.
Los países deben adquirir un mejor entendimiento de las restricciones y oportunidades existentes con el fin de poder diseminar extensamente prácticas agronómicas más productivas, eficientes y sustentables. Asimismo, deben establecer mercados y cadenas de valor, así como políticas e instituciones que las apoyen. Y lo más importante es que las colaboraciones continúen a fin de incrementar la capacidad del continente en los campos de la ciencia, extensión, políticas, instituciones, gobernanza y liderazgo.
Estas son las prioridades de los esfuerzos por aprovechar el potencial agrícola de África e impulsar su crecimiento económico.
Este artículo fue publicado por primera vez en The Conversation. Para leer el artículo completo, haga clic aquí.