EL BATÁN, México (CIMMYT) – Debido a que atiende sus propios cultivos, Carolina Camacho conoce los problemas que enfrentan los agricultores, algo que jamás habría aprendido en el salón de clase.
Aunque se crió en la Ciudad de México, la importancia histórica y política de la agricultura fue algo que Camacho, investigadora principal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), siempre tuvo presente.
“Cuando era adolescente, solía debatir con mi hermana sobre el problema más apremiante que enfrentaba nuestro país, México. Para mí, siempre tenía que ver con la agricultura”, recuerda Camacho. “Creo firmemente que si queremos que nuestro país mejore, tenemos que mejorar la vida de nuestros campesinos”.
Sin ningún conocimiento de agricultura, pero impulsada por su pasión por hacer un cambio, decidió incursionar en el campo y estudió ciencias agrícolas en la Universidad de Chapingo, en las afueras de la Ciudad, en el Estado de México. Aunque tenía que desmañanarse todos los días, aprendió los fundamentos de la agricultura y desarrolló especial interés en la diversidad genética del maíz.
En México, considerado el centro de origen del maíz, existe una enorme diversidad de variedades que han evolucionado durante años de domesticación por parte de los agricultores. Camacho estudió esta diversidad de primera mano durante sus prácticas profesionales de licenciatura en el banco de germoplasma del CIMMYT.
Interesada en descubrir qué papel tiene la conservación de la diversidad en los campos de los agricultores decidió participar en un proyecto de conservación en finca en una zona rural de México. Al trabajar con campesinos indígenas, Camacho aprendió de qué manera los conocimientos y las prácticas tradicionales están relacionadas con el manejo del medio ambiente, la producción agrícola y la diversidad de las variedades criollas de maíz.
Después de obtener su maestría en conservación y utilización de recursos genéticos, pensó que las ciencias agrícolas estaban alejadas de la vida cotidiana de los agricultores. Por tanto, con el fin de estudiar la relación entre los humanos y las plantas, se inscribió en un programa de doctorado multidisciplinario en sociología del desarrollo rural en la Universidad de Wageningen en Holanda.
Mientras realizaba su investigación, Camacho vivió con agricultores indígenas de la Selva Lacandona, en el estado de Chiapas, México. Junto con agricultores mayas, cultivó su propia milpa (la milpa es un sistema que utilizan los agricultores indígenas en América Latina, y que tradicionalmente incluye el cultivo intercalado de maíz, frijol y calabaza). Su participación activa en el campo le permitió estudiar las prácticas de cultivo fuera del ámbito de las actividades puramente agronómicas, pero también como acciones políticas, sociales y culturales.
“Al sembrar junto con los tzeltales, pude ver cómo mis propias prácticas de cultivo estaban interrelacionadas con la vida diaria”, destaca la investigadora. “La agricultura era influenciada por ceremonias religiosas, temas de salud y asuntos familiares, al igual que por las luchas políticas por la tierra. Tuve que lidiar, adaptarme y resolver esos problemas”.
Hoy en día, esas lecciones aprendidas guían a Camacho mientras investiga de qué manera las innovaciones agrícolas (entre ellas, los cultivos tolerantes a la sequía, el fertilizante y los sistemas de manejo de la tierra) pueden incluir a los agricultores y ser adaptadas a los contextos locales como parte de la estrategia de intensificación sustentable del CIMMYT en América Latina.
El objetivo de la intensificación sustentable es aumentar la productividad de la mano de obra, la tierra y el capital. Tiene el potencial de atender de manera simultánea varios objetivos urgentes del desarrollo, como por ejemplo, el potencial de la agricultura para adaptar los sistemas de producción al cambio climático, hacer un manejo sustentable de la tierra, los nutrientes y los recursos hídricos, mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, y, finalmente, reducir la pobreza rural.
Los pequeños productores, que poseen pequeñas parcelas de tierra y utilizan pocos recursos productivos, producen 80% del suministro mundial de alimentos. Las Naciones Unidas hacen un llamamiento a estos agricultores para que adopten las innovaciones agrícolas, aumenten de manera sustentable la producción de alimentos y ayuden a lograr el Reto del Hambre Cero de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas. Sin embargo, los pequeños agricultores raramente se benefician de estas nuevas técnicas, las cuales les permitirían lograr ese objetivo.
“Un científico agrícola le puede decir a un agricultor cuándo y cómo debe sembrar para obtener resultados óptimos, pero ellos no siembran en una burbuja y su práctica es afectada por los vaivenes de la vida diaria –no solo por el clima y la agronomía, sino también por las complejidades sociales y culturales”, explica Camacho.
“Uno de los retos más grandes es reconocer la heterogeneidad de los agricultores y olvidarse de la idea de que existe una solución única a sus diversos problemas y necesidades”, enfatiza Camacho. Si entienden el estilo de vida de los agricultores, incluyendo el acceso que éstos tienen a recursos e información, los niveles de la toma de decisiones en su comunidad y el papel de la agricultura en su estrategia de sustento, los investigadores pueden identificar mejor prácticas y técnicas agronómicas complementarias que no solo aumentan la productividad sino que también mejoran los medios de vida de los agricultores.
“Es importante pensar en las innovaciones agrícolas como procesos sociales para el cambio en los que las tecnologías, como la semilla mejorada o las prácticas agronómicas mejoradas, son solo un elemento”, señala Camacho. “Es importante que reconozcamos que los cambios no solo ocurrirán en los campos de los agricultores sino también en el comportamiento de otros actores de la cadena de valor como los proveedores de insumos, los agroempresarios, los funcionarios gubernamentales e incluso los investigadores”.
Camacho estudia cómo las innovaciones agrícolas son promovidas y adoptadas en diferentes regiones, con el propósito de ayudar a que esas innovaciones lleguen a los agricultores y a miembros de comunidades de diferente género, etnia y edad.
Cuando trabaja con comunidades indígenas, se asegura de que se tomen en cuenta los valores culturales del sistema milpa, y de esta manera se promuevan herramientas y técnicas agrícolas que no demeritan la importancia de las tradiciones asociadas con la práctica de la milpa.
“El sistema milpa es un ejemplo claro de cómo la agricultura en general y el maíz en particular contribuyen a forjar la identidad cultural de los grupos indígenas. Debemos estar conscientes de las consecuencias que las innovaciones tendrán no solo en la sustentabilidad del medio ambiente sino también en la sustentabilidad de la cultura Maya”, agrega.
“No olvidemos que no podemos separar la cultura de la agricultura”, concluye Camacho.
Camacho estudia el proceso que los investigadores utilizan para promover las innovaciones agrícolas y cómo los agricultores las adoptan por conducto del proyecto Modernización Sustentable de la Agricultura Tradicional, financiado por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) de México. Junto con otros investigadores, Camacho ha documentado cómo MasAgro está promoviendo las innovaciones en diferentes regiones de México en respuesta a los problemas y oportunidades específicos de cada región. Actualmente contribuye a las actividades de difusión de estas innovaciones asegurándose de que sean sustentables e inclusivas.
En la misma línea de inclusión, Camacho trabaja en dos proyectos del sistema milpa. El primero es el proyecto Buena Milpa financiado por el programa Feed the Future de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional y en colaboración con el Instituto de Ciencia y Tecnología Agrícola (ICTA) de Guatemala. El segundo es el proyecto Milpa de Yucatán patrocinado por una fundación privada mexicana en la Península de Yucatán. Ambos proyectos promueven las innovaciones de la intensificación sustentable en los sistemas milpa.