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En el marco de la celebración del 50 aniversario del CIMMYT, sus científicos se esfuerzan por lograr la igualdad de género

Los asuntos de género o relaciones de género son tema de debate en el CIMMYT en el contexto de cómo hacer frente a los problemas de inequidad en las fincas y en el lugar de trabajo.

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Diseño de Gerardo Mejia/CIMMYT

Julie Mollins

EL BATÁN, México (CIMMYT) – El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) ingresó en el escenario mundial durante los gloriosos sesenta. La década de los sesenta estuvo marcada por levantamientos sociales provocados por tensiones políticas entre izquierda y derecha causadas en gran parte por la rivalidad durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética.

Fue en 1966 cuando la Oficina de Estudios Especiales, instituida en los años cuarenta como un organismo de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de México en colaboración con la Fundación Rockefeller con el fin de mejorar el frijol, el maíz, la papa y el trigo, se convirtió en el CIMMYT.

Ese mismo año, estalló la guerra civil en Chad, comenzó la revolución cultural en China, Indira Gandhi se convirtió en la primera mujer primer ministro de India y el compositor John Lennon conoció a Yoko Ono, su futura esposa. En Estados Unidos, se formó la Organización Nacional de las Mujeres (NOW). Mientras la guerra de Vietnam seguía su curso y en África más de 30 países en desarrollo declaraban su independencia, las mujeres en muchos países en desarrollo luchaban por sus derechos humanos básicos, entre ellos el derecho a votar.

En las naciones occidentales prósperas, surgió el “Movimiento de liberación de las mujeres”, posteriormente conocido como la segunda ola del feminismo, que desbancó los movimientos de sufragio de las mujeres e intensificó los debates sobre los derechos de la mujer.

En el CIMMYT se forjaron iniciativas destinadas satisfacer las necesidades de las mujeres agricultoras, así como de aquellas que se encargan del bienestar nutricional en el hogar, a fin de reforzar la seguridad alimentaria mundial.

Hoy en día, las mujeres constituyen el 43% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, según datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas. No obstante, las mujeres rurales sufren discriminación sistemática cuando tratan de acceder a los recursos que necesitan para la producción agrícola y el desarrollo socioeconómico.

Estos temas, conocidos ahora como “asuntos de género” o “relaciones de género”, son debatidos en el CIMMYT en el contexto de cómo hacer frente a los problemas de inequidad en las fincas y en el lugar de trabajo. En vez de centrarse específicamente en los derechos de la mujer, los estudios de género se enfocan en cómo las ideas que se tienen de las mujeres y de los hombres son determinadas por las características que la sociedad atribuye a cada sexo. Las relaciones de género incluyen la forma en que una sociedad dada define los derechos, responsabilidades, identidades y relaciones entre hombres y mujeres.

El maíz y el trigo son alimentos básicos que contienen nutrientes esenciales y son benéficos para la salud, aportan cerca del 66% de la ingesta de energía alimentaria de la población mundial y hasta el 70% del total de calorías que consumen los habitantes de los países en desarrollo, según datos de la FAO.

A nivel mundial, si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos para la producción agrícola que los hombres, el rendimiento de sus cultivos aumentaría 30%, con lo cual la producción agrícola total en los países en desarrollo aumentaría hasta en 4% y el número de personas con hambre se reduciría en 150 millones (17%), indican las estadísticas de la FAO.

CONTRIBUCIONES CIENTÍFICAS
Desde el principio, las mujeres científicas desempeñaron un papel clave como investigadoras de maíz y de trigo en el CIMMYT.

Evangelina Villegas, que en 2000 fue la primera mujer receptora del Premio Mundial de la Alimentación, comenzó a trabajar en el CIMMYT en 1967. Compartió ese prestigioso premio con su colega del CIMMYT Surinder Vasal por su investigación y logros en generar y mejorar maíz con calidad proteínica (QPM) para incrementar la productividad del campo y mejorar la nutrición en zonas pobres del mundo.

La investigadora de maíz Marianne Bänziger llegó al CIMMYT en 1992. Cuando en 1996 Bänziger fue transferida a Zimbabwe como coordinadora del proyecto Sequía y suelos con escasa fertilidad en el sur de África (SADLF), se convirtió en la primera científica del CIMMYT que fue asignada a una oficina regional.

“En aquellos días, las mujeres científicas eran una rareza –las mujeres eran consideradas como algo especial, aunque una científica como Eva Villegas estaba bien integrada en el CIMMYT”, señala Bänziger, que ahora es la subdirectora general del Centro.

El trabajo de Bänziger se enfocó en África oriental y África austral, donde el sustento y los ingresos de cerca de 25 millones de personas dependen directamente de la agricultura, y el maíz es el cultivo básico preferido. La sequía y la poca fertilidad del suelo con frecuencia socavan la seguridad alimentaria y aumentan las presiones socioeconómicas en esa región.

A Bänziger la llamaban “Mama Mahindi”, que en suajili quiere decir “madre maíz”, porque trabajaba para generar maíz tolerante a factores adversos y para que los productores de semilla y los agricultores tuvieran acceso al maíz tolerante a la sequía que hoy en día siembran al menos 2 millones de familias campesinas.

Denise Costich administra el banco de germoplasma de maíz más grande del mundo en la sede del CIMMYT cerca de la Ciudad de México. Se unió al CIMMYT para trabajar estrechamente con los agricultores. Ahora lleva a cabo demostraciones en campo para ayudar a mejorar la distribución de semilla. Sus objetivos incluyen encontrar la mejor manera de llevar los recursos genéticos desde el banco hasta el campo mediante el proceso de mejoramiento, para que se conviertan en productos que ayuden a mejorar la seguridad alimentaria.

“Siempre se me alentó a lograr todo lo que pudiera”, dice Costich. “La única manera de demostrar que una mujer puede ser científica es siéndolo. Déjame hacer lo que sé hacer, y no perdamos mucho tiempo hablando de ello”.

La fisióloga de trigo Gemma Molero tardó dos años en inventar una herramienta portátil para medir la fotosíntesis de la espiga, parte importante de la estrategia para generar un ideotipo de planta tolerante a la sequía. Hoy en día, la empresa Bayer Crop Science está interesada en participar en un proyecto colaborativo con el CIMMYT, que se centrará en el uso de esa nueva tecnología.

La investigadora de trigo Carolina Saint Pierre ha hecho importantes contribuciones para obtener los primeros permisos para sembrar trigo genéticamente modificado en ensayos a campo abierto en México. Estos ensayos han ayudado a identificar variedades de trigo genéticamente modificado que tienen el mejor comportamiento bajo sequía, y ayudado a entender el control genético de los mecanismos fisiológicos relacionados con la tolerancia a la sequía.

EQUIDAD EN EL LUGAR DE TRABAJO

Pese a que existe un servicio de guardería en la sede y otras iniciativas que fomentan la equidad de género, las mujeres científicas del CIMMYT siguen llevando a cuestas cargas que difieren de las de los hombres para mantener un balance entre su trabajo y su vida personal.

“No importa si eres una mujer occidental con un empleo de oficina que se preocupa por el cuidado de sus hijos o una agricultura que se preocupa por sus padres ancianos, las mujeres tienen un grado diferente de responsabilidad”, opina Jenny Nelson, gerente del Programa Global de Trigo.

“Muchas mujeres abandonan las ciencias agrícolas después de doctorarse para dedicarse a su familia”, dice Costich, al referirse al problema que tienen muchas mujeres que trabajan en las ciencias agrícolas, debido a las largas horas de trabajo y la necesidad de viajar.

“Como soy una mujer joven, tengo que trabajar mucho, incluso más que los hombres en el campo para mostrar mis habilidades y ganarme su respeto”, afirma Molero.

En general, los economistas coinciden en que la inequidad de género y la desigualdad social tienen un impacto negativo en el crecimiento económico, el desarrollo, la seguridad alimentaria y la nutrición.

Mediante varios proyectos, el CIMMYT buscará soluciones a los problemas de equidad de género, a fin de mejorar el potencial del desarrollo. Por ejemplo, los científicos del CIMMYT están entre los líderes de un esfuerzo a nivel mundial encaminado a incorporar el género en la investigación agrícola, junto con otros organismos internacionales dedicados a la investigación.

Actualmente se lleva a cabo un estudio de campo sobre las normas de género y la innovación agrícola, conocido como GENNOVATE, en 125 comunidades agrícolas de 26 países. Su objetivo es ayudar a transformar la manera en que el género se incluye en la investigación para el desarrollo. Por ejemplo, el proyecto Gennovate se centra en entender cómo las normas del género influyen en la capacidad que tiene la gente de acceder a, ensayar, adoptar o adaptar nuevas tecnologías agrícolas.