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¿Es posible restaurar las tierras de cultivo?

Las tierras de cultivo son un ecosistema que debe ser restaurado para minimizar su impacto medioambiental. Productores que participan en el proyecto Cultivando un México Mejor dan su testimonio de cómo están contribuyendo a este propósito. 

Con información de Juan Manuel Rojas y Bartolo González.

San Juan del Río, Qro.- La situación de los ecosistemas del mundo es crítica debido a la acción humana. Solo como ejemplo: de acuerdo con las Naciones Unidas, cada tres segundos se pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol y, al ser drenados con fines agrícolas, en el último siglo se han perdido la mitad de los humedales —ecosistemas esenciales para regular y proteger de inundaciones, tormentas y huracanes; almacenar agua y recargar acuíferos—.

En este sentido, la restauración de los ecosistemas es el eje central del Día Mundial del Medioambiente (5 de junio) de 2021. Restaurar los ecosistemas implica prevenir, detener y revertir los daños hechos al entorno natural, por eso es que esta conmemoración marca además el inicio del llamado Decenio para la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), misión global que busca regenerar bosques, montañas, oceános y tierras de cultivo.

Posiblemente algunas personas se preguntan si las tierras de cultivo son un ecosistema que deba ser restaurado. La respuesta es un rotundo sí. Los ecosistemas se definen como la interacción entre los seres vivos y su entorno, de manera que las tierras de cultivo, e incluso las ciudades, son considerados ecosistemas creados por el ser humano y se requiere que estén saludables para asegurar la supervicencia de la humanidad. 

La restauración de las tierras de uso agropecuario es de particular interés para reducir la presión sobre el medioambiente. De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), el sector primario (agricultura, ganadería y otros usos de la tierra) es responsable del 23% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Además, la agricultura ocupa el 70% del agua extraída a nivel global —en México esta cifra es de 76%—.

¿Es posible restaurar las tierras de cultivo al tiempo que se reduce el consumo de agua y las emisiones de gases contaminantes en la agricultura? Productores mexicanos que participan en el proyecto Cultivando un México Mejor demuestran que sí es posible: “Esta es una parcelita donde sembré cebada e implementé las camas anchas —práctica que ayuda a minimizar el movimiento del suelo— a fin de mejorar el uso del agua. He notado que en cada riego he estado disminuyendo una hora. Normalmente regaba en seis o siete horas esta hectárea y ahorita solo me toma entre cinco y seis. Vamos de a poquito, pero pues sí se va disminuyendo el consumo de agua”, comenta Yonan Arellano, agricultor de la localidad La Llave, en San Juan del Río, Querétaro que participa en el proyecto.

Cultivando un México Mejor es una iniciativa de HEINEKEN México y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). Entre sus resultados más recientes (ciclo otoño-invierno 2019-2020) destaca que gracias a la implementación de prácticas sustentables los productores participantes han logrado tener un ahorro de un poco más de 20% en el consumo de agua en comparación con la agricultura convencional.

“En estas parcelas estamos comparando dos sistemas de labranza: el convencional, que implica hacer el movimiento del suelo con subsoleo, un par de rastreos y una ligera nivelación; y Agricultura de Conservación, donde hacemos solamente el desmenuzado del rastrojo que mantenemos como cobertura y el remarcado de las camas permanentes. Estamos evaluando dos parámetros fundamentalmente, el tema de rentabilidad, comparando los costos de preparación de terreno principalmente; y el tema de sustentabilidad, enfocado principalmente al consumo de agua”, comenta Joaquín Osornio, especialista en el Centro de Desarrollo Tecnológico Villadiego de FIRA, en Valle de Santiago, Guanajuato, donde se tienen parcelas demostrativas del proyecto. 

“Con labranza convencional tenemos costos más altos al implicar un mayor paso de maquinaria —lo que también implica mayores emisiones de CO2—, con Agricultura de Conservación tenemos muchos menos pasos de maquinaria y, por lo tanto, bajos costos. En el caso de la labranza convencional debido a la roturación del terreno tenemos un mayor consumo de agua, en cambio, con Agricultura de Conservación el ahorro de agua es de un 20 hasta un 30%. Esta es una diferencia significativa”, menciona  Joaquín Osornio.

“Aquí estamos haciendo una comparación entre dos sistemas de riego: riego por goteo y riego rodado —el cual requiere una pendiente para distribuir el agua por efecto de la gravedad—. Cada uno de estos sistemas los evaluamos tanto con Agricultura de Conservación como con labranza convencional. Podemos observar que en el tratamiento donde tenemos riego por goteo el cultivo se encuentra todavía verde, a comparación del riego rodado donde el cultivo, al sufrir un poco más de estrés por falta de agua, ya está en senescencia —etapa final del ciclo de vida de la planta—. Tenemos resultados muy interesantes y con base a ellos invitamos a los productores a que practiquen la Agricultura de Conservación y el riego por goteo porque nos ayudan a ahorrar tanto el recurso económico como el recurso agua”, finaliza Joaquín Osornio.