Además de ser un producto básico alimentario, el maíz es importante también por otras muchas razones en muchas comunidades indígenas de México. “Saberes, usos y fiestas de los maíces nativos”, fue el título de la fascinante conferencia que dieron las antropólogas Carmen Morales, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y Catalina Rodríguez-Lazcano del Museo Nacional de Antropología e Historia, el viernes 02 de julio, en El Batán. Durante la conferencia, a la que todo el personal fue invitado, las expositoras hablaron de las relaciones entre el maíz y las culturas autóctonas de México. Hubo interpretación del español al inglés para que todo el mundo pudiera asistir.
La conferencia se basó en estudios que Morales y Rodríguez-Lazcano han hecho en tres distintas comunidades indígenas: los Chen, descendientes de los mayas que habitan en el estado de Campeche; los Purépechas, de Michoacán, uno de los pocos pueblos nativos que no se sometieron al dominio de los Aztecas antes de la colonización española; y los habitantes de Milpa Alta, una delegación al sur del Distrito Federal. Las antropólogas mostraron imágenes de tradiciones y festividades que tienen que ver con el maíz en las localidades donde habitan los grupos de su estudio; mostraron ejemplos de algunos métodos de almacenamiento, costumbres, tipos de variedades, productos finales, y de la nomenclatura del maíz y sus componentes. En la zonas sur-centro y sureste de México, las condiciones para la agricultura son diversas y difíciles, y los habitantes, la mayoría agricultores de subsistencia, siembran maíz más bien por tradición y para alimentar a sus familias que para ganar dinero.
En la presentación se subrayaron las relaciones tan estrechas entre las razas de maíz nativo y la preparación de alimentos y las tradiciones locales, así como la importancia de la cultura de conservación de las razas. En los pueblos purépecha, por ejemplo, el ciclo de cultivo coincide con el calendario de sus festividades religiosas: las personas llevan semilla a la iglesia para que el sacerdote la bendiga antes de sembrarla; en una de esas festividades, un día después de la cosecha, las personas se reúnen en la plaza y lanzan puñados de semilla hacia el cielo y piden que a cambio haya lluvias abundantes. El valor del color del grano de maíz para los purépecha fue ilustrado mediante bellas y descriptivas fotografías de mazorcas de colores muy llamativos, originarios de la región.
Hubo cosas sorprendentes también. En el norte de Campeche, la influencia de inmigrantes menonitas ha dado como resultado que muchos agricultores siembren híbridos comerciales con agroquímicos, con lo cual obtienen rendimientos de hasta siete toneladas por hectárea. Fue interesante ver que agricultores de tiempo parcial en Milpa Alta, una zona semi-rural, a mayor altitud sobre el nivel del mar, en una metrópoli que crece día con día (con 18 millones de habitantes), aún hablan Náhuatl y siembran maíces criollos.
Al final de la presentación hubo preguntas y respuestas, y nuestro DG Tom Lumpkin expresó su deseo de que haya una mayor colaboración entre el CIMMYT y el Museo Nacional de Antropología.