Si bien no son una varita mágica que “puedan transformarlo todo”, las biotecnologías agrícolas pueden y deben emplearse en los países en desarrollo para mejorar las condiciones de vida de los pequeños agricultores; sin embargo, son los agricultores mismos quienes tienen que participar en la toma de decisiones sobre el particular. Esto opinaron los asistentes a la Conferencia Técnica Internacional sobre Biotecnología Agrícola para los Países en Desarrollo (ABDC-10), un evento que se celebró del 1 al 4 de marzo del año en curso, en la ciudad de Guadalajara, México, con la asistencia de aproximadamente 300 personas de 70 países. ABDC-10 fue convocada por la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas. Entre los participantes hubo representantes de organismos internacionales, la sociedad civil, el gobierno y los programas nacionales de investigación agrícola. El objeto de la reunión era hacer una evaluación del avance de las herramientas biotecnológicas en varios sectores de la agricultura — cultivos, silvicultura, ganado, pesca y agroindustrias— y llegar a un consenso prospectivo en torno a la manera en que los pequeños agricultores en los países en desarrollo pueden aprovecharlas.
Invertir en y hacer mejoras a la agricultura es vital para los más de mil millones de personas que noche tras noche van a la cama con hambre, lo mismo que para las numerosas familias campesinas que sobreviven con solo unos cuantos dólares al día. La adopción de las biotecnologías agrícolas útiles y rentables constituye una de las vías para cubrir la demanda alimentaria de una creciente y próspera población mundial, a la vez que se hace frente a los problemas del aumento de tierras empobrecidas y la variabilidad climática.
“Dos mil millones de personas viven en pequeños predios, alrededor de 33% de nuestra población”, dijo Rodney Cooke, del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD), durante la sesión general. “Invertir en la agricultura es de 2.5 a 3 veces más efectivo en el aumento de los ingresos de los pobres que si se invierte en actividades no relacionadas con la agricultura.”
La FAO pronostica que para 2050 habrá un incremento de 70% en la demanda de alimentos y que se necesitarán al menos 170 millones más de acres de tierra cultivable. Satisfacer la demanda parece difícil, porque los rendimientos de los cultivos han descendido, de un incremento anual de 3-6% a únicamente 1-2%, en los pasados 10 años.
Las biotecnologías agrícolas pueden mejorar de manera considerable la seguridad alimentaria y ayudar a los pequeños a escapar de la pobreza. Sin embargo, muchas de estas tecnologías de vanguardia no son aprovechadas plenamente en los países en desarrollo, donde habita un gran número de pequeños agricultores. Para solucionar este problema se necesita: mayor inversión, cooperación internacional, políticas nacionales efectivas y favorables y marcos regulatorios, lo mismo que colaboración con los agricultores y los diversos actores de las cadenas de valor, señalaron los participantes de ABDC-10. Varios agricultores y representantes de grupos de agricultores insistieron en la importancia del desarrollo ascendente para aplicar la biotecnología.
Durante la Conferencia, los participantes dividieron sus jornadas en sesiones plenarias por la mañana y discusiones de grupo por la tarde. Se abordaron asuntos regionales y sectoriales específicos y temas multidisciplinarios, como la contribución y el empoderamiento públicos en la toma de decisiones; la priorización del papel de los agricultores; y el desarrollo de recursos genómicos. Todos los participantes tuvieron la oportunidad de compartir sus aciertos o fallas en proyectos de biotecnología. El CGIAR lideró varias sesiones en grupo; entre sus representantes estuvieron el Centro Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (ICRISAT), el Centro Internacional para la Investigación Agrícola en Zonas Áridas (ICARDA), el CIMMYT y el Generation Challenge Program (CGP).
Tom Lumpkin, director general del CIMMYT, participó en la sesión plenaria con una presentación en torno al uso de la biotecnología en el CGIAR. Tom Payne, jefe del banco de germoplasma, fue miembro del panel de una sesión de grupo acerca de la conservación y el uso sustentable de los recursos genéticos. Jean-Marcel Ribaut, Carmen de Vicente y Rajeev Varshney (ICRISAT) del GCP expusieron temas de recursos genéticos, aplicaciones de la genómica y mejoramiento molecular en los países en desarrollo, en ese orden.
“Para hacer frente al reto de aumentar la producción y satisfacer la demanda de alimentos de manera sustentable, las biotecnologías son esenciales en el futuro”, dijo Lumpkin, aunque enfatizó también que esas tecnologías tendrán que mostrar resultados tangibles y hacer un uso eficiente de tiempo y dinero.
Payne explicó que el CGIAR cuenta con 11 bancos de genes donde se mantienen en custodia más de 530,000 muestras de cultivos silvestres y domesticados, pero que estos recursos genéticos no siempre están siempre al alcance de los fitomejoradores o les son de utilidad. “Hay muchísimas accesiones pero muy poca información”, comentó, y agregó que el CGIAR participa en el desarrollo de un portal que mejorará el acceso a esos recursos (www.global-alis.org).
El CIMMYT participó en la feria del conocimiento de ABDC-10, donde distribuyó publicaciones y dio información acerca de su trabajo en biotecnología. Los proyectos relevantes incluyeron resistencia a la roya del trigo, uso eficiente de nitrógeno en maíz para suelos africanos, maíz que aprovecha mejor el agua y conservación y uso de los recursos genéticos de maíz y trigo.