El 1 de mayo, en la sede del CIMMYT, Derek Byerlee, ex director del Programa de Economía (1987-1994) y actualmente académico visitante de la Universidad de Stanford y profesor adjunto de la Universidad de Georgetown, dio una conferencia sobre su más reciente investigación. En su presentación titulada “Aumento de la escasez de tierra cultivable, la hipótesis Borlaug y el surgimiento de las megafincas”, habló de los beneficios económicos y medioambientales y las repercusiones de la expansión de la tierra cultivable, el reciente surgimiento de los agronegocios y el delicado balance entre la intensificación de cultivos y la deforestación.
La hipótesis Borlaug consiste en la idea de que el aumento de los rendimientos puede ayudar a evitar la expansión de la superficie cultivable y la deforestación, y a paliar el hambre y la pobreza sin aumentar de manera drástica el impacto en el medioambiente. Creada por el Dr. Norman Borlaug, la hipótesis es tema de controversia en los círculos ambientalistas; algunos investigadores han publicado estudios que muestran que los altos rendimientos en los trópicos son un mayor incentivo para la deforestación, y que esto hace que la inversión en la producción agrícola resulte contraproducente para el crecimiento sostenible.
Byerlee señaló que la producción de cereales per cápita se ha incrementado en 40% en los últimos 50 años utilizando más o menos la mitad de la tierra arable per cápita que se utilizaba en 1961. Los modelos creados por el ponente y sus asociados muestran que, sin el trabajo que el CGIAR ha hecho desde 1965 para generar variedades mejorados de cultivos, la superficie de tierra dedicada a cultivos alimentarios habría aumentado de 18 a 27 millones de hectáreas, principalmente en los países en desarrollo. Byerlee apoya la teoría de Borlaug en cuanto a que la investigación y el desarrollo agrícolas verdaderamente contribuyen a salvar las áreas verdes, aunque las estimaciones de Byerlee y sus colegas son mucho menores que las de Borlaug.
La inversión en intensificación agrícola es quizá hoy más importante que nunca, ya que la población en continuo crecimiento requiere cantidades cada vez mayores de alimentos y tierra. “Los metaanálisis de proyecciones de la demanda indican que dadas las tendencias actuales de los rendimientos, la agricultura requerirá de 200 a 450 millones de hectáreas adicionales en 2030 —una superficie que equivale a la superficie de la India y Sudáfrica juntas”, dijo el visitante. Al mismo tiempo, Byerlee descubrió que podría haber aproximadamente 450 millones de hectáreas de tierra disponible para expandir la producción, pero que ésta está concentrada en unos cuantos países y que su uso podría generar impactos negativos en el ambiente y en la gente que ya la utiliza con otros propósitos.
Además de la cuestión de dónde se sembrarían los cultivos, el problema sería quién los sembraría, sobre todo en las fronteras terrestres. Byerlee se refirió también al reciente surgimiento de las “megafincas” entre los agroempresarios y examinó sus beneficios económicos (o la ausencia de éstos) en comparación con las fincas familiares tradicionales, que prevalecen todavía en distintos países. El orador sostiene que las parcelas familiares son más eficientes y equitativas, y que contribuyen a un mayor crecimiento que las megafincas, que se benefician de la administración de profesionales y de las tecnologías que les permiten comercializar sus productos, pero que no muestran ventajas significativas en cuanto a costos sobre las fincas familiares tradicionales. Por último, recomendó la aplicación de modelos que combinen agronegocios y agricultores de pequeña escala para obtener los mejores resultados.
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