Simon Ng’ang’a’s no se da por vencido sin dar batalla.
Como agricultor de pequeña escala en la región del Valle del Rift en Kenia, Ng’ang’a ha contribuido por 10 años a la producción nacional de trigo, que es en promedio del orden de medio millón de toneladas métricas anuales.
Ng’ang’a’s perdió su producción de trigo de otoño. La variedad Robin, que es rendidora y resistente a enfermedades, sucumbió ante la infección de una nueva cepa de la roya del tallo. El trigo se redujo a granos arrugados y se transformó en paja en vez de una cosecha valiosa.
“Esperaba ganar algún dinero para mi familia, y animar a mis hijos a que fueran agricultores como yo, su papá”, lamentó.“Sin embargo, ahora que han visto lo que ocurrió irán a buscar empleo en otra parte; yo pensaba que éste era el trabajo que podrían desempeñar porque tengo maquinaria agrícola”.
La agricultura de Kenia es principalmente de temporal, en las condiciones climáticas que predominan a altitudes de 1,500 metros, y los rendimientos de trigo son bajos comparados con los del primer productor del mundo, China, cuya cosecha equivale a cerca de 120 millones de toneladas métricas anuales. Sin embargo, el trigo es el segundo cultivo más importante en Kenia, después del maíz.
La roya que destruyó el cultivo de Ng’ang’a’s, una cepa hermana de la temible Ug99, que se detectó por primera vez en Uganda, obstruye el paso de nutrientes en el tallo y evita una buena formación de grano. La propagación de la enfermedad causa enormes pérdidas Ng’ang’a sembraba Robin, una variedad desarrollada por mejoradores del CIMMYT, ensayada en la Organización Keniana de Investigación Agropecuaria (KALRO) y liberada para distribución entre los agricultores.
Es una variedad robusta, dijo Sridhar Bhavani, mejorador de trigo que coordina los viveros de selección para obtener resistencia a la roya en África oriental.
Planes de contingencia
Las antiguas variedades de trigo que los agricultores sembraban en la zona rendían cerca de 4.5 toneladas métricas por hectárea, pero las variedades mejoradas como Robin ahora producen hasta 30% más, dependiendo de las prácticas agronómicas, señala Bhavani.
“Hemos estado trabajando a toda prisa para combatir la roya y evitar su propagación mejorando variedades con genes de resistencia. Una solución provisional es aplicar fungicidas”, apuntó.
“El cultivo de Simon se malogró porque él no sabía que había una nueva cepa de roya y no aplicó fungicida en el momento oportuno ni en la dosis correcta; la roya del tallo causa pérdidas de hasta el 100%.”
Hasta ahora se ha detectado Ug99 en Egipto, Etiopía, Eritrea, Irán, Kenia, Mozambique, Rwanda, Sudáfrica, Sudán, Tanzania, Uganda, Yemen y Zimbabwe. Científicos, gobiernos y diseñadores de políticas de todo el mundo colaboran en la Iniciativa Global Borlaug de Combate a la Roya, cuyo objetivo es generar variedades resistentes que los gobiernos puedan liberar por conducto de los sistemas nacionales de investigación agrícola (SNIA).
La meta es generar y liberar variedades resistentes que puedan sembrarse en cerca del 5% de zonas primarias de riesgo en todos los países. El más grande temor entre los científicos es el impacto potencial de Ug99, si se desplaza hacia las zonas productoras de trigo en India y China.
“La migración de esta enfermedad a través de fronteras geográficas tiene una importante trascendencia, porque indica que está propagándose y que puede afectar la producción y de trigo y la seguridad alimentaria a escala mundial”, según Bhavani, quien pasa gran parte de su jornada laboral en el sitio de pruebas de la Organización Keniana de Investigación Agropecuaria (KALRO), no lejos del lugar de las tierras de Ng’ang’a’s, en la región de Njoro, a unos 200 kilómetros al noroeste de Nairobi, la capital de Kenia.
“Hasta ahora hemos encontrado ocho variantes de la cepa de Ug99 en África, lo cual indica que esta enfermedad tiene una compleja virulencia de varios genes que antes creíamos que contenían resistencia”, agrega Bhavani, al tiempo que muestra algunas reveladoras pústulas de color óxido en el tallo de plantas de trigo.
La seguridad alimentaria en riesgo
Para hacer frente a la amenaza que representan las royas —como medida defensiva para la seguridad alimentaria—, los científicos desarrollaron y liberaron 45 variedades resistentes de trigo. Bajo estrictas medidas de protección, los países más vulnerables han sembrado variedades resistentes a Ug99 en al menos 5% de su superficie dedicada a este cultivo.
Con el mejoramiento para obtener resistencia a la roya del tallo se ha mantenido bajo control la propagación de Ug99 hasta ahora.
Apenas a unos cuantos kilómetros de las parcelas de Ng’ang’a’s, el productor Oliver Nightingale contrata helicópteros para que apliquen fungicida a sus campos, ya que su maquinaria agrícola fue saboteada. Nightingale ha sembrado trigo durante 23 años, pero su vasta extensión de tierra ha sido cultivada por su familia desde 1906, cuando su abuelo llegó como inmigrante, a principios del siglo 20.
Nightingale ha visto cómo han aumentado sus rendimientos de trigo desde que empezó a sembrar la variedad Robin, utilizando agricultura de conservación, lo cual significa que él casi no ara la tierra y deja que las plantas se alimenten de nutrientes naturales.
“Robin es una variedad buena, rendidora y robusta —los primeros dos años no hubo problemas de enfermedades, pero ahora vemos que están surgiendo, pero nosotros no hemos disminuido el uso de químicos”, dice Nightingale, y agrega que con Robin sus rendimientos se han triplicado gracias a la densidad del grano.
Sus costos de producción equivalen a cerca de 12 sacos de trigo por acre. Le daba mucho gusto cuando obtenía 20 sacos por acre, pero ahora se siente desanimado si no obtiene 30, comentó.
“La aplicación oportuna de fungicidas garantiza la protección del cultivo”, dice Bhavani. “Los agricultores comerciales tienen la posibilidad de invertir en suficientes productos químicos; los de pequeña escala, al no contar con recursos, es posible que pierdan su cosecha: ése el factor limitante más importante.”
El trigo aporta alrededor del 12% de las calorías que consume la población keniana. El país tiene dos temporadas de lluvia; como no tiene ningún ciclo específico para sembrar trigo, éste se puede sembrar todo el año.
El Programa Mundial de la Alimentación (WFP) estima que 1.5 millones de personas requerirán ayuda alimentaria desde principios de 2015. Tanto el WFP como el gobierno de Kenia proporcionan ayuda alimentaria en el país.
Voy a regresar al campo, de nuevo, dice N’gan’ga: “No perderé la esperanza. Si consigo más financiamiento, volveré y haré las cosas mejor”.